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Las mentiras de Carlos Castaño

By marzo 27, 2012No Comments
Las mentiras de Carlos Castaño

“Nosotros no somos paramilitares, no cometemos masacres, no perseguimos a los de izquierda y nunca nos hemos financiado del narcotráfico”, son las cuatro mentiras que Carlos Castaño intentó sostener siendo líder de las autodefensas.

Sin embargo, aunque Castaño confiaba en que “la historia  lo absolvería”, ocho años después de su muerte siguen destapándose oscuros capítulos de la lucha paramilitar.

A finales de los 90 y principios de 2000, época de auge paramilitar, el poder político, económico y militar de las autodefensas se multiplicó gracias al recrudecimiento de los métodos de guerra y al fortalecimiento de las relaciones con políticos y militares, hechos que pusieron a las autodefensas en el ojo del huracán de la opinión pública nacional e internacional.

Ante esta situación, `El Comandante Castaño`, como lo llamaban sus hombres, inició una arremetida de comunicados y entrevistas a los medios tratando de esconder lo que ya era  evidente: las relaciones de los paramilitares con el narcotráfico, los vínculos con sectores políticos, económicos y militares y los excesos en contra de inocentes.

VerdadAbierta.com tuvo acceso al contenido de los libros: `Colombia Siglo XXI` de autoria de Castaño, `Autodefendiendo la vida` de las Auc y a un compendio de entrevistas en las que Carlos Castaño intentó ser escudero de las cuatro mentiras que hoy en día han sido completamente desvirtuadas.

Mentira uno: “Nosotros no somos paramilitares”, Castaño
Con el paso del tiempo las relaciones entre el paramilitarismo, con miembros de los grupos políticos y con integrantes de las Fuerzas Militares se hicieron evidentes.

No obstante, Carlos Castaño siempre intentó disimular el sistema de colaboración que se había creado entre funcionarios y los `paras`.

“Nuestra organización no depende del Estado, por lo que no aceptamos el calificativo de paramilitares. De tal manera que no somos susceptibles de ser desmontados o ‘erradicados’ por el Estado. Nuestra existencia está condicionada únicamente por la subversión”, aseguró en una carta enviada en febrero de 1999 a Human Right Watch, al Cicr y a Alto Comisionado para la Paz de la Onu. 

A Carlos Castaño la denominación de paramilitar lo irritaba. Para él, la organización que lideraba no era paramilitar sino de autodefensas, razón por la que cada vez que los medios, las autoridades y hasta el mismo gobierno los llamaba de esa forma, se enfurecía.

De hecho, Castaño aseguraba que las supuestas relaciones con políticos y militares no eran más que una estrategia de la diplomacia subversiva la que intentaba desprestigiar y satanizar al gobierno y a las Fuerzas Armadas para presentar malintencionadamente al Estado como cómplice o auspiciador de las acciones de guerra de los paramilitares. Todo ésto lo dijo en una comunicación que le envió el 27 de agosto de 1998 a Fabio Valencia Cossio, para entonces Presidente del Congreso de la República.

La fecha de la carta coincide con la antesala de la parapolítica, es decir, con el inicio de una nueva estrategia de los paramilitares de financiar campañas e involucrarse más en la política de las regiones. 

Adicionalmente, en distintas ocasiones Castaño negó cualquier relación con las Convivir, cooperativas de seguridad reglamentadas por el gobierno de César Gaviria y que fueron implementadas por el de Ernesto Samper, una suerte de empresas de seguridad privada que, como se ha comprobado, ayudaron a crear y camuflar grupos paramilitares en Colombia.

“No tengo nada que ver con las Convivir, absolutamente nada, en la realidad yo no he visto que las convivir combatan a las guerrillas. Las convivir hacen inteligencia para las Fuerzas Armadas no para nosotros”, afirmó en entrevista con El Tiempo en 1997.

Incluso llegó a decir que los paramilitares también fueron perseguidos por los militares y que no había complacencia con ellos. “Nuestra independencia política y autonomía militar están demostradas ante la sociedad. Es más, nunca antes las autodefensas habían estado tan perseguidas como ahora, las Fuerzas Militares nos persiguen más a las Auc que a la misma guerrilla”, dijo en varias entrevistas y comunicados.

“A los militares solo los veo sobre el terreno y garantizó que nunca he hablado con un general, excepto cuando estaba en la legalidad”, aseguró Castaño en entrevista a la revista Cromos en 1998.  

A pesar de este intento fallido de ocultamiento, ocho años después de la muerte de Carlos Castaño se probó que los vínculos con algunos miembros de las Fuerzas Militares fueron claves en la expansión de los grupos paramilitares y que incluso, en muchos casos, miembros de la policía, el ejército y el mismo DAS daban información de inteligencia y prestaban sus instalaciones, carros y armas para ejecutar operaciones. Así mismo se han comprobado las relaciones con diferentes políticos, sin las que hubiese sido posible el crecimiento del paramilitarismo en el país.

Mentira dos: “En las autodefensas no hay narcotráfico”, Castaño

 
El narcotráfico fue una de las principales fuentes de financiación para los paramilitares. Castaño trató de esconder esta relación que poco a poco se hizo más evidente. Fotomontaje: VerdadAbierta.com  

Desde que empezaron los rumores acerca de la posible extradición de Carlos Castaño por narcotráfico, el jefe paramilitar inició una campaña de defensa con la que intentó desvirtuar la relación de financiación que había entre el narcotráfico y el paramilitarismo.

En esta batalla mediática, Castaño enlodó a otros jefes paramilitares originando conflictos dentro de las Auc por lo que para muchos se trato de una traición de Castaño.

“Si estamos declarando objetivo militar a la totalidad de los narcotraficantes ¿Cómo puedo estar trabajando con ellos?”, respondía Castaño ante la contradicción denunciada por los medios de comunicación según los cuales las Auc supuestamente luchaban en contra del narcotráfico pero se financiaban de él. 

“Las autodefensas no producen ni cuidan laboratorios, ni exportan droga. Hay en Colombia una intensión desde hace mucho tiempo de narcotizar el conflicto y narcotizar su solución”, aseguró Castaño en entrevista al Espectador en mayo de 1999, tratando de desvirtuar las investigaciones de las DEA que vinculaban a algunos jefes paramilitares con el narcotráfico.

Los intentos para esconder esta verdad llegaron hasta la Embajada de Estados Unidos en una carta enviada desde Urabá a Curtis Kamman, embajador en Colombia en la que el paramilitar aseguró que la organización prohibía la participación o defensa del narcotráfico o de sus intereses, por lo que negaba cualquier relación con narcotraficantes.

Según otros jefes paramilitares como Rodrigo Pérez Alzate alias `Julián Bolívar`, aunque Castaño no tuvo relaciones directas con el narcotráfico, pero si conocía y aceptaba la colaboración entre el narcotráfico y el paramilitarismo, sin la que no hubiera sido posible la existencia de las autodefensas.  En sus escritos Castaño continuaba con su negación.

“Los narcotraficantes se escudan malintencionadamente tras la fachada de las autodefensas, ocasionalmente nuestras tropas tienen conocimiento de las zonas donde se instalan los laboratorios, pero nunca cuentan con nuestra anuencia y mucho menos con nuestra protección”, señalaba el jefe paramilitar.

Para responder a un artículo publicado por la revista Semana el 26 de abril de 1997 en la que un funcionario de la DEA lo vinculaba con el narcotráfico, Castaño respondió con una carta al presiente Andrés Pastrana Arango y a Curtis Kamman, embajador de Estados Unidos, lo siguiente: “Eso me ha causado profunda indignación, durante toda mi vida he sido acérrimo enemigo del narcotráfico y su poder corruptor. Si comprobaran mis relaciones con el narcotráfico yo renunciaría a la jefatura de las Auc”, aseguró.

Castaño llegó a jurar por la memoria de su padre que no había permitido desviar la lucha  subversiva a actividades verdaderamente delincuenciales y despreciables como el narcotráfico.

“Oficialmente solicito que no se le dé ningún tipo de tratamiento político o concesiones jurídicas durante el proceso de paz, a quienes siendo miembros de las Auc se les comprueben cargos por narcotráfico”, afirmación que generó el descontento de los otros jefes `paras` que amenazaron con interrumpir la negociación de Ralito. La justicia ha comprobado que narcos puros como Diego Fernando Murillo alias `Don Berna`, Francisco Javier Zuluaga alias `Gordolindo`, Carlos Mario Jiménez alias Macaco, y Juan Carlos Sierra alias `El Tuso`, tuvieron un papel preponderante en las negociaciones de paz con el Gobierno Uribe y fueron incluidos en la lista de postulados a Justicia y Paz. 

Mentira tres: “No ha habido ni una sola víctima inocente”, Castaño

   
 Las masacres de los grupos paramilitares dejaron entre 1994 y 2002, más de 1500 víctimas en su mayoría inocentes. Foto: VerdadAbierta.com  

Las masacres cometidas por el Bloque Norte entre 1994 y 2002 dejaron más de 1.500 víctimas directas, en su mayoría inocentes. 

En esa misma época de auge paramilitar se incremento el uso de técnicas de tortura y de desaparición, haciendo que los medios de comunicación y las autoridades empezaran a denunciar los abusos de las autodefensas en todo el país.

No obstante, para Castaño nunca hubo víctimas inocentes, por lo que se atrevía a comparar las masacres con las cruzadas de la iglesia católica en contra de los herejes que se realizaron durante la edad media.

¿Usted es católico?, preguntó Luis Cañón periodista del periódico El Espectador a Carlos Castaño en una entrevista realizada en 1999. “Soy católico y conservador”, respondió Castaño.

Y como católico, ¿qué piensa de las masacres que ordena?, ante esta pregunta Castaño respondió comparándose con Tomas de Torquemada, líder de la inquisición española.

“Yo tengo mi propio concepto de Dios. Yo creo que es la fe realmente lo que me permite estar en armonía con Dios y tranquilo conmigo mismo. Puedo dormir tranquilo porque estoy convencido que la gran mayoría de personas que caen son guerrilleros. No se dispara indiscriminadamente. Lo que estamos haciendo ahora, lo va a justificar más adelante el país” agregó el desaparecido jefe paramilitar de las Auc.

Ante los cuestionamientos sobre las masacres de El Aro y Mapiripán,  Castaño reiteró en repetidas ocasiones que se trataba de campamentos guerrilleros, en los que incluso escondían a los secuestrados.

“Me están satanizando. No soy ningún monstruo. Lo único que acepto es que mato guerrilleros fuera de combate, que no son campesinos sino guerrilleros vestidos de civil”, aseguró Castaño en entrevista con la revista Cambio 16 en 1997.

¿Se arrepiente de haber cometido graves excesos en Mapiripán? “No, de Mapiripán no me arrepiento porque no cayó ni un solo inocente. ¡Por Dios! La clase de personas que cayó allí no es para que le produzca a uno preocupación de ninguna clase”, afirmó.

Sin embargo, más de una década después de estas afirmaciones, la evidencia demostró lo contrario. Gracias a las versiones de los desmovilizados en Justicia y Paz, se ha comprobado que de las víctimas de las masacres cometidas por los paramilitares, la mayoría era población civil y no auxiliadores de la guerrilla como lo afirmaba Castaño.  Ver listado de masacres cometidas por los grupos paramilitares entre 1997 y 2001.

“Si demuestra que usamos motosierras, me entrego”, Castaño
En una carta enviada al periodista Juan Gonzalo Betancour del diario «El Colombiano» el 6 de octubre de 1999, Carlos Castaño retó a Betancur a responder por una publicación acerca del uso de motosierras como forma de tortura en el Chocó.  

“Demuéstreme que ha habido un solo campesino o guerrillero a quien las autodefensas le hayan cercenado sus miembros con motosierras y yo me comprometo a someterme físicamente a la justicia colombiana. Si no lo hace, usted responde por los delitos de injuria y calumnia”, respondió Castaño ante los señalamientos del medio de comunicación.

Intentando desvirtuar lo que Carlos Castaño denominaba como “infames acusaciones”, pero que en la realidad se trataba en formas reales de terror usadas por los paramilitares, el paramilitar no solamente escribió a distintos medios de comunicación y a la misma Fiscalía, sino que también presentó su defensa ante instancias internacionales.  

El paramilitar en una carta enviada en octubre de 1998 a Pierre Gassmann, jefe de la CICR en Colombia,  aseguró que todo era producto de medios de comunicación asaltados en su buena fe por personas al servicio de la guerrilla,  “no puede existir ninguna prueba de esta barbarie que se nos señala, simplemente porque nunca lo hemos hecho”, agregó en el comunicado.

Sin embargo, a pesar de las constantes negaciones, ya ha sido posible comprobar que los grupos paramilitares utilizaron estos y otros métodos de tortura para infundir temor entre las poblaciones. Varios paramilitares han contado en Justicia y Paz como utilizaban esta técnica para desmembrar a sus víctimas y no solamente en Choco. Es el caso de las masacres de Bolívar, Trujillo y Riofrío, en el Valle del Cauca, en las que fueron torturadas y asesinadas 245 personas entre 1986 y 1994.

Según información del grupo de Memoria Histórica, en los hechos de Trujillo  se dio por primera vez el uso  de motosierras para desmembrar aún vivas a las víctimas, los hierros candentes introducidos en los cuerpos y la aplicación de sal en las heridas abiertas. 

Incluso, el mismo Elver Veloza García, alias ‘HH’, Jefe del Bloque Bananero y Calima narró en justicia y paz como desde su vinculación a las Auc en 1994,  utilizó motosierras, descuartizó y torturó a muchas personas en Urabá, Antioquia y Choco.

Todos estos testimonios que desmienten a Castaño, ocurrieron antes de sus declaraciones en 1999, cuando esta técnica y otra más ya eran utilizadas con frecuencia por las autodefensas.

Mentira cuatro: No perseguimos a los de izquierda

 
 Mario Calderón y Elsa Alvarado, investigadores del Cinep, fueron asesinados por los paramilitares en mayo de 1997. Foto: Archivo Semana

Para Carlos Castaño eran más peligrosas las bases sociales de apoyo a la subversión que los mismos guerrilleros.  

Por esta razón, el paramilitar justificó su persecución a los personajes que representaban a la izquierda: docentes, sindicalistas, periodistas y defensores de derechos humanos, señalándolos como ‘subversivos disfrazados’ , ‘francotiradores intelectuales’ o ‘subversión institucionalizada’.

Sin embargo, el ex jefe paramilitar en su arremetida política rechazó los señalamientos acerca de persecuciones sistemáticas en contra de sus detractores políticos. 

“Las personas que se han muerto y que están dentro de la izquierda no es por ser de la izquierda sino por ser guerrilleros” aseguraba Castaño en cada intervención pública.

“¿Las autodefensas están contra los militantes de izquierda?”, preguntó la periodista Bibiana Mercado de El Tiempo en entrevista  a Castaño en 1997. A lo que el paramilitar respondió : “¿Quién lo ha dicho? Hemos respetado la izquierda democrática de este país. Si la izquierda fuera sinónimo de guerrilla  tendríamos que matar a la mayoría de intelectuales, a los grandes hombres de los años 60 enamorados de la izquierda”, aseguró.  

Frente a casos como la muerte de los investigadores del Cinep, Mario Calderón y Elsa Alvarado o el asesinato de académicos como el profesor Jesús María Valle, que hoy se sabe fueron ordenados por el jefe paramilitar, Castaño aseguró en repetidas ocasiones que era completamente inocente y que lo que pasaba es que la justicia los estaba persiguiendo porque actuaba bajo orientación de la guerrilla.

En una carta al entonces Fiscal Alfonso Gómez Méndez, Castaño afirmaba que la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía era parte de la subversión institucionalizada y que producía «falsas e irresponsables acusaciones debido a que la mayoría de sus integrantes tenían proximidad con la subversión”.

Colombia me perdonará y la historia me entenderá”, era su frase de defensa cada vez que se le cuestionaba por muertes de civiles e intelectuales, quienes en la mayoría de los casos solo tenían como pecado haber sido de ‘izquierda’.  

Gracias a la reconstrucción histórica que ha permitido el proceso de Justicia y Paz, las mentiras de Castaño hoy no son más que el intento fallido de esconder verdades incómodas pero innegables dentro de la expansión y la decadencia del paramilitarismo.

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