Skip to main content
Actualidad

La economía colombiana: un “milagro” a medias

By diciembre 31, 1969No Comments
La economía colombiana: un “milagro” a medias

Un milagro dudoso

Con excesivo entusiasmo recibió Colombia la noticia del crecimiento de la economía del 5,1 por ciento en el tercer trimestre de 2013. Seguramente esto generó buenas expectativas en los consumidores que en navidad llenaron los centros comerciales, con lo cual el comportamiento del último trimestre será similar al anterior y el crecimiento de 2013 se situará alrededor del 4 por ciento.

La fiesta seguirá porque en Colombia los gobiernos se acostumbraron a decir que crecer 4 o 5 por ciento es un “milagro”, cuando los verdaderos milagros registran largos periodos creciendo entre 6 y 10 por ciento anual.

El entusiasmo del 5,1 por ciento no dejó ver las debilidades estructurales:

· Colombia sigue siendo el país con más desempleo de América Latina.

· Su nivel de competitividad es bajo (puesto 69 en el mundo, porque no está centrado en elevar la productividad y en desarrollar el sistema productivo).

· Los indicadores de calidad de la educación según las pruebas PISA la ubican en el cuarto peor lugar del mundo.

· En innovación está por el puesto 60 porque las empresas no hacen investigación y desarrollo.

· Las exportaciones totales de los últimos doce años son las menos dinámicas comparadas con economías similares y con las más avanzadas, es decir, no importa que hayan crecido, lo que importa es que en otros países han crecido mucho más y las exportaciones industriales son las que menos han evolucionado frente a países comparables y frente a economías desarrolladas y maduras tecnológicamente, lo cual también explica que hay desindustrialización.

Por estas deficiencias estructurales, el desempleo es alto, los empleos son de baja calificación, la mayoría de inversión que llega es en minería de enclave, la educación es deficiente, la investigación pobre, el emprendimiento de alto impacto se cuenta con los dedos de una mano, la informalidad es alta porque la producción y el comercio cada vez se hace más en los andenes. La pobreza es inmensa.  

Si no fuera por las exportaciones minero-energéticas, el desempeño exportador de la última larga década habría sido un desastre, denotando el fracaso de una apertura mal hecha y los efectos de la perversa equivocación de que la mejor política industrial era no tener política, las intermitentes estrategias y planes nacionales de competitividad y los rezagos en las políticas de educación, de ciencia y tecnología, de emprendimiento y de desarrollo regional.

No hay transformación productiva y las exportaciones no crecen ni se diversifican como en otras naciones: Colombia es un importador de bienes globales y exportador de empleo.

El mal negocio de los TLC

En esas condiciones, el libre comercio y los TLC con los países más avanzados no arrojarán buenos resultados porque la oferta es escasa e insuficientemente competitiva, porque la productividad es baja, mientras del otro lado la oferta es mayor y es más competitiva, porque la productividad es alta. El asunto no se resuelve diciendo que con los TLC unos sectores ganan y otros pierden: el problema real consiste en que Colombia exporta bienes de bajo valor agregado en contraste con países con los que firmó TLC, que producen y exportan productos con alto valor agregado.

Los TLC afectan al menos preparado porque perjudican su aparato productivo, y benefician al más avanzado porque amplia sus mercados. Las protecciones temporales, vía subsidios y desgravaciones más lentas no tienen mayor efecto si no hay un marco de políticas de Estado para elevar la productividad y la competitividad y diversificar la producción.

Colombia entendió la globalización a medias, porque la internacionalización se hizo sin política de transformación productiva. De esta manera los TLC se han negociado a 30 años –en algunos casos a más plazo-  con la estructura productiva que ahora tiene y no con la que en prospectiva debe tener, porque una estrategia de Estado para la transformación y la innovación debe ser hacia el futuro. Entonces, por el expediente de los TLC, el cambio estructural está restringido y solo se podrá hacer en algunas pocas actividades nuevas invirtiendo en su desarrollo muchos más recursos que si lo hubiera hecho en un marco de política industrial y de innovación para una economía abierta.

Colombia no negoció bien los TLC, y en donde logró alguna protección el sector agropecuario tiene rezagos estructurales asociados con el largo conflicto. Tampoco ha sabido diseñar un modelo rural habitable y sostenible, una producción acorde con la diversa especificidad agroecológica, ni ha desarrollado tecnología según las características de su geografía. Colombia pone el suelo, la mano de obra, la administración, la logística, el sudor, las lágrimas y la sangre.

Falta de competitividad

En la globalización, la competitividad de las empresas y la productividad de la economía se logran a partir de políticas que generen factores de localización de alta calidad y alto desempeño, y con intervenciones e inversiones del Estado en nuevas actividades productivas y en nuevas áreas de investigación.

Los agentes de mercado solo actúan cuando el riesgo es menor. Por ello el Estado y el mercado se complementan mediante políticas y estrategias flexibles y cambiantes según las características de cada actor y de cada nación.  El agente privado llega cuando el riesgo está calculado, el estado inicia lo que el mercado no comienza, ha sido así en la historia de la humanidad. Las fallas del mercado existen y han existido, pero en Colombia se las intenta ocultar.

Las fallas del Estado no siempre las corrige el mercado y las fallas de ambos se superan mediante políticas de largo plazo y acuerdos entre agentes públicos, agentes privados, actores del conocimiento y de los territorios. Son pactos institucionales entre Estado y sociedad y no solo entre gobiernos y mercado, que es lo que ha existido en Colombia, razón por la cual el Estado y sus instituciones son débiles, así como sus políticas.

Entonces, una parte del “milagro a medias” de Colombia está anclado en una economía ilegal que puede estimarse entre 35 mil y 70 mil millones de dólares al año, sumando narcotráfico, lavado de activos, contrabando, piratería y corrupción. Contra eso tiene que luchar la producción legal agropecuaria e industrial, aunque por esa vía ha crecido un segmento importante del sector servicios de bajo valor agregado.

El balance final conduce a un cuatro por ciento de crecimiento anual. Colombia es un país promedio y crece un poco más o un poco menos del promedio mundial. Crece un poco más o un poco menos del promedio de América Latina. Pero siempre por debajo de las naciones emergentes más dinámicas y por debajo del crecimiento que en su periodo de ascenso tuvieron los países desarrollados.

Se viene el posconflicto porque la paz seguramente se firmará este año con las FARC y con el ELN. Entonces, vendrá la marea nacional hacia la reconciliación y esta requerirá un desarrollo de nuevo tipo que ofrezca una senda sostenida de progreso y bienestar.

Colombia puede ser un milagro

En este contexto, las elecciones de Congreso y Presidencia deben alimentarlas un nuevo discurso programático. Los cuentos de reducir pobreza, generar pleno empleo, infraestructura, coberturas en educación y salud, apoyo al campesino, vivienda, ya no son los que Colombia y la OCDE necesitan oír.

Los partidos y candidatos de todas las tendencias deben inventarse nuevos discursos y hacer propuestas integrales de un modelo con educación y salud de calidad para todos; crecimiento basado en educación, ciencia, tecnología, innovación, emprendimiento y medio ambiente, elevar la productividad y diversificar la economía; fin de la descentralización y llegada del desarrollo y de las autonomías regionales sostenibles, y de las ciudades innovadoras; y una moderna política industrial y de innovación para la transformación. Esta política debe ser el centro del plan nacional de desarrollo 2015 – 2018.

Hoy, por más que el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo diga lo contrario, Colombia no tiene política industrial. Lo que si es cierto e importante es que se está trabajando el preámbulo de una moderna política industrial, porque el esquema de la  competitividad agotó su ciclo. Por ejemplo, el programa de transformación productiva es un programa de competitividad pero no de transformación. Entonces, ese programa debe ser rebautizado y rediseñado para que sea un programa nacional de competitividad, y crearse un programa nacional de nuevas industrias para el cambio estructural. Estos dos conceptos: competitividad para competir y cambio estructural para transformar la producción y desarrollar la economía y la sociedad, son los dos conceptos centrales de una política industrial y de innovación.

Políticos, tecnócratas, académicos, expertos, y la sociedad, deben dar un salto de calidad en la visión y en el proyecto político si quieren construir una Colombia inteligente e incluyente.

* Consultor e investigador independiente C&I.

Leave a Reply