Para los familiares de los desaparecidos, la liberación de 10 uniformados les generó sentimientos encontrados. Sus familiares seguían sin regresar a casa, pero una oportunidad se abría para ellos, la de que la sociedad por fin mirara hacia los desaparecidos. Mientras los cuatro militares y seis policías volvían a sus hogares, la excongresista Piedad Córdoba aseguraba: “Ahora vamos por los desaparecidos”. Y un halo de esperanza se abría para los personajes invisibles de un drama de más de 30 años.
Los desaparecidos no han tenido su 4 de febrero, no ha habido millones de personas marchando por ellos, apenas cientos, los que sufren en carne propia esta tragedia. “La sociedad y el Estado nos han dado la espalda, nos han invisibilizado”, comenta Gloria Gómez, directora de la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos (Asfaddes). Ella recuerda que durante una de las primeras manifestaciones a las que asistió, una persona se le acercó y le dijo que por qué no cogía oficio, que por qué era tan loca.
Su lucha, que comenzó hace casi 30 años, después de la desaparición y asesinato de su hermano, Leonardo (ver recuadro), se ha caracterizado por una soledad aturdidora. A los familiares de los desaparecidos hasta sus amigos les han dado la espalda. “Una amiga me dijo alguna vez que me invitaba a una fiesta, pero que no hablara de mi hermana”, narra Yadira Cruz, hermana de crianza de Martha Lucila Montaño, desaparecida junto con su hijo Jefferson —que el próximo 14 de abril cumplirá 7 años— el 16 de diciembre de 2005 (ver recuadro).
La gente prefiere no escuchar sus historias, hacer como que ese drama no existe. Esto a pesar de que en Colombia hay 61.404 desaparecidos que no han regresado a sus casas, y que cualquiera de nosotros podría un día no volver. “La sociedad es parte de la impunidad”, asegura Gómez, quien agrega que los desaparecidos a nadie le importan y que se cuestiona ¿cuándo será la marcha por los desaparecidos, cuándo los recordaremos? Porque a ellos la sociedad los ha desaparecido a punta de olvido.
Robert Guáquez
“Él era una persona muy cómica. Cada que nos reunimos recordamos sus chistes”. Dora Armero, prima de Robert Hernán Guáquez, recuerda con amargura que en su lucha por saber qué le sucedió a Robert la han llamado vieja loca, le han dicho que coja oficio. “La sociedad no entiende. Si uno no se pone al frente de todo, si uno no va a todos los eventos, sencillamente nadie te va a ayudar”. Su primo desapareció el 27 de mayo de 2003. Se dirigía de Los Andes a Pasto (Nariño) cuando, según testigos, la guerrilla lo bajó del colectivo en el que se transportaba, se lo llevó y lo torturó. Además de esto, poco o nada se sabe de Robert, que nunca ha sido mencionado como ‘canjeable’ por la guerrilla. “Todo nuestro esfuerzo es para que él no muera, para que no lo olviden”, comenta Dora, y dice que si Robert vuelve a casa ya no encontrará a los abuelos que tanto lo querían.
Luz Stella Castañeda
Luz Stella Castañeda y su novio, Hugo Armando Moreno, desaparecieron el 19 de noviembre de 1986. Hugo fue encontrado muerto semanas después en Cáqueza (Cundinamarca). Su cuerpo estaba quemado y apenas lo reconocieron por un pedazo de piel del dedo que no se cayó. “Ese día su apartamento fue allanado por el F2”, asegura uno de los familiares de Luz Stella, aunque la participación de la Fuerza Pública en este crimen no ha sido comprobada. A su madre, Teresa Rojas, se le secaron los lagrimales después de 23 años de llorarla. Hoy requiere de medicamentos para controlar el dolor de recordar a su hija que aún no regresa.
Martha Lucila Montaño
A Martha Lucila Montaño no le gustaba salir con su hijo Jefferson a la calle. Había llegado a Bogotá proveniente del Casanare, huía de la violencia y a las amenazas de los paramilitares. El 16 de diciembre de 2005, contrario a lo que acostumbraba, Martha Lucila salió con su bebé —en ese entonces de 8 meses de edad— a visitar a unos amigos. Antes de llegar a donde ellos, llamó a sus familiares y les dijo que estaba en el Puente de San Carlos, en el sur de Bogotá. Eso fue lo último que se supo de ella. Desde entonces sus familiares la buscan y sus amigos, al contrario, la olvidan. A Yadira, su hermana, una amiga le dijo que era mejor que no se volvieran a ver, “porque si desaparecieron a su hermana, ¿qué tal hagan lo mismo con uno?”. Así es el grado de estigmatización que sufre la familia de Martha Lucila y Jefferson, a quienes siguen buscando.
Nydia Érika Bautista
En una misma semana, Janeth Bautista, sufrió la desaparición de dos de sus seres más queridos: su novio, Cristóbal Triana, el 28 de agosto de 1987, y su hermana, Nydia Érika Bautista, dos días después. Los dos eran militantes del M-19. Janeth dice: “Si merecían la cárcel pues que les dieran la cárcel, pero no tenían por qué desaparecerlos”. Nydia Érika apareció tres años después, asesinada. Por su muerte, la justicia destituyó al general (r) Álvaro Velandia, aunque el Consejo de Estado revocó esta decisión, que fue apelada y hoy está siendo estudiada. Si Nydia viviera, conocería a Antonia, su nieta, y vería a Erick, su hijo, consagrase como poeta.
William ‘el pitujito’ López Carrera
“Pitujito era muy cariñoso, amoroso y hablaba apenas lo necesario”. Flor Alba Carrera ha sufridos dos golpes en menos de 7 años: la desaparición de su hijo y la muerte de su marido. A pesar de esto sostiene, como puede, a sus tres hijos, y busca incansablemente a William, su ‘pitujito’. Desapareció en febrero de 2004 en Puerto Asís (Putumayo), y según las autoridades se lo llevó el frente 48 de las Farc, aunque esta organización guerrillera nunca lo ha reconocido. Desde ese día, Flor Alba lo espera, pero, dice: “Si está muerto yo voy por su restos a donde tenga que ir”, a pesar de que no cuenta con recursos suficientes y que nadie la ha ayudado. Conmovida, comenta que años atrás no era capaz de hablar de su hijo, pero: “Ahora sí, ahora hay una esperanza”. Durante 8 años, Flor Alba no ha dormido bien y está enferma. Lo único que desea es descansar.
Leonardo Gómez
Cuando dos de sus amigos desaparecieron, Leonardo Gómez, de 19 años de edad, salió a las calles a marchar contra el olvido y la impunidad, para que sus compañeros regresaran a casa; sin embargo, meses después, el desaparecido sería él: salió el 14 de noviembre de 1983 a comprar unos materiales escolares y no regresó, apareció muerto y con signos de tortura. Desde entonces, su hermana Gloria dio rienda suelta a una lucha cercana a cumplir 30 años, dirigiendo la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos (Asfaddes), una organización que le ha abierto los brazos a un drama al que la sociedad le ha dado la espalda.
William López Pedraza
El infante de Marina William López Pedraza desapareció el 14 de febrero de 2011, después de un ataque del frente 48 de las Farc. El Estado lo dio como desaparecido y nunca se volvió a saber de él. “Ellos esperan a que pase el tiempo para poder declararlo como muerto y deshacerse del problema”, dice su padre, Elibardo López. La guerrilla nunca lo ha mencionado entre quienes están bajo su poder. “Era un muchacho divertido. A quien lo conocía le bastaban cinco minutos para cogerle cariño. Con su partida quedó un vacío gigantesco en la familia, sufrimos un giro de 180 grados. Todos nos hemos centrado en buscarlo y eso nos ha afectado. Yo me quedé sin trabajo, y lo poco que me entra es para recorrer el país a ver si algún día lo encuentro”.
Tomado de Elespectador.com