Comunicaciones CIVP / 25 de septiembre 2019 /
Decir que el Pacífico sabe de violencia y de dolor es un lugar común. Pero a veces podemos olvidarnos de lo contrario: el Pacífico también sabe -y mucho- de construcción de paz, de recomposición del tejido social, de perdón y reconciliación. Nuestra región ha sufrido con el conflicto armado más que el resto del país, no obstante, también ha desarrollado estrategias de resistencia a la guerra que se constituyen en un ejemplo a seguir en estos tiempos que la sociedad colombiana le apuesta a cerrar el ciclo perverso de la confrontación armada.
En el marco de la asamblea anual de la Coordinación Regional del Pacífico, que aglutina a las principales organizaciones étnico-territoriales de la región con el acompañamiento de la iglesia católica, se realizó el 24 de septiembre en Cali la feria «Pacífico Territorio de Paz», cuyo propósito era hacer visibles diferentes iniciativas de construcción de paz que son llevadas a cabo por las organizaciones y comunidades dentro del territorio. Cada iniciativa organizó una muestra de productos, con galerías fotográficas y ejemplos representativos de su trabajo.
Jhoana Olaya, coordinadora de la Casa de la Memoria de Tumaco, contó que dicha iniciativa «es un museo que tiene el objetivo de reconstruir la memoria de la Costa Pacífica Nariñense para dignificar a las víctimas». Esta propuesta surgió como un homenaje a la hermana Yolanda Cerón, asesinada en Tumaco por los paramilitares en el 2001. La Casa de la Memoria tiene varias salas con diversas exposiciones que contienen, entre otros, un recorrido por la vida tradicional de las comunidades indígenas y afrocolombianas de la región, y también exposiciones alusivas al conflicto armado y las víctimas. En 2013 los promotores entendieron que el Museo Casa de la Memoria debía convertirse en una propuesta que fuera más allá de la recuperación de la memoria histórica, pues debía jugar un rol activo en la difícil situación de violencia del municipio y sus zonas aledañas. «Este museo tiene que ayudar a disminuir la violencia» asegura Jhoana Olaya, quien explica que además la Casa de la Memoria realiza proyectos con jóvenes del municipio para formarlos como defensores de Derechos Humanos.
El sacerdote claretiano Álvaro Andrés Marín, adscrito a la parroquia de Riosucio, Chocó, fue vocero de una de las iniciativas más sonadas en los últimos meses: la Caravana Humanitaria por la Paz, que ha recorrido varias regiones del país y que llegó a las cuencas del Bajo Atrato entre el 5 y el 13 de agosto. «La caravana surge de la crisis tan fuerte que se vive actualmente en el territorio», explicó Marín, quien hizo un diagnóstico de la situación de desplazamientos y confinamientos de las comunidades en varios ríos de la región a causa de los continuos combates entre los paramilitares de las Autodefensas Gaitanistas y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional. La Caravana hizo presencia por tierra en los ríos Curvaradó y Jiguamiandó, con una misión de 250 personas, y por agua en los ríos Salaquí y Truandó, este último río es uno de los que más ha sufrido con la reactivación del conflicto armado. Entre los asistentes viajó una misión médica y se realizaron actos culturales como una estrategia para resistir a la guerra.
A propósito de la Caravana, el sacerdote Albeiro Parra, animador de la Coordinación Regional del Pacífico y veterano defensor de Derechos Humanos en el Chocó, recordó los tiempos en que las caravanas a través de los ríos del departamento permitían romper los bloqueos impuestos por los grupos armados. «En esos años tan duros de la guerra en el Bajo Atrato hicimos el «atratiando», fue lo que nos ayudó. Había que traer gente de afuera, veedores internacionales, para proteger a la gente de adentro. Después hicimos el «baudoseando» y el «sanjuaniando».
En Guapi y la costa pacífica caucana se ha venido desarrollando en los últimos años un proyecto muy llamativo: el encuentro de medicinas y saberes ancestrales, que completa más de diez versiones, cuyo objetivo es recuperar la sabiduría tradicional de las comunidades y sus mayores, con miras a lograr la armonización del territorio. Orlando Pantoja, representante de COCOCAUCA, explica que «desde la ancestralidad del pueblo negro, desde su cosmovisión, tenemos la medicina tradicional, que en los dos últimos encuentros trabajamos bajo el concepto de la armonización a víctimas del conflicto».
Desde Apartadó, en la región de Urabá, se presentó una propuesta de la Pastoral Social llamada Casas de Escucha, unos centros que buscan atender a las víctimas del conflicto armado para que expresen su dolor y logren un apoyo emocional y psicológico con acompañamiento de profesionales y voluntarios. El sacerdote Leonidas Moreno, director de la Pastoral Social de Apartadó, insistió en que ahora hace carrera una narrativa que busca negar que allí ocurrieron hechos terribles para la gente y las comunidades, por eso es imprescindible un espacio donde las personas puedan contar su dolor, un espacio en últimas para no olvidar.
Finalmente, la Comisión Interétnica de la Verdad del Pacífico presentó su propuesta y los resultados de los primeros tres meses de trabajo, cuyo propósito, en palabras del secretario general Leyner Palacios, tiene que ver con la necesidad de los pueblos étnicos de lograr un relato sobre el conflicto armado para contribuir a la reconciliación: «dijimos que hay un elemento central y es que debíamos responder a esa inquietud de las comunidades del Pacífico por la verdad».