A nivel mundial las críticas a la producción a escala industrial de palma aceitera no han parado de crecer. En septiembre del año pasado, tras las críticas de varios grupos de todo el mundo, especialmente de Indonesia y Papua Nueva Guinea, el Banco Mundial decidió detener la financiación del sector. El presidente del banco, Robert Zoellick, aclaró en un escrito que había encargado a la Corporación Financiera Internacional (IFC) una revisión de la estrategia actual. Los resultados de dicha revisión resultaron vergonzosos para todo el Grupo del Banco Mundial.
Las plantaciones de palma aceitera, consistentes en gigantescos monocultivos destinados a la industria alimenticia, cosmética, química y de agrocombustibles, tiene consecuencias devastadoras para poblaciones, medio ambiente y clima. La industria de la palma aceitera que el Banco Mundial viene financiando desde hace 45 años tiene impactos nocivos no sólo para las comunidades locales dependientes de los bosques, sino también para los pequeños productores. Multinacionales de la palma como la empresa Wilmar son causantes de graves violaciones de derechos humanos, desplazamientos de personas que viven y dependen de los bosques tropicales, destrucción de selvas y su biodiversidad, contaminación de suelos y aguas y agravamiento del cambio climático.
El Banco Mundial no cumple de esta manera en absoluto con su objetivo de combatir la pobreza, sino más bien todo lo contrario, causa de más pobreza, más cambio climático y es co-responsable de crímenes ambientales y sociales. La expansión de los monocultivos de palma aceitera con su dinero debe detenerse. Las organizaciones ambientales exigen al Banco Mundial que “¡NO financie más plantaciones de palma!”
Klaus Schenck, de la organización alemana Rettet den Regenwald, dice: «El marco presentado por el Banco Mundial para el sector de la palma aceitera es totalmente insuficiente e inaceptable. Es una mera cortina de humo; las exigencias de las organizaciones sociales y ambientales de todo el mundo no han sido en absoluto tomadas en cuenta”.
Teresa Pérez, del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM), dice: «Queremos resaltar que las plantaciones de palma de aceite no son sostenibles, sino que forman parte de un modelo extractivo basado en la exportación. Para nosotros, el plan presentado por el Banco Mundial para la palma aceitera es una farsa sin resultados positivos”.
Guadalupe Rodríguez, del grupo Salva la Selva, de España, añade: «Los monocultivos industriales de palma aceitera no son ni podrán nunca ser sostenibles. La financiación de plantaciones de palma aceitera hace al Banco Mundial directamente responsable del incremento de la pobreza, violaciones de derechos humanos y crímenes ambientales”.
Almuth Ernsting, de Biofuelwatch, el Observatorio de los Biocombustibles, dice: “Cientos de organizaciones en todo el mundo han condenado el `maquillaje verde` que se hace de la palma aceitera. La certificación de las plantaciones, así como las directrices propuestas por el Banco Mundial no son más que maquillaje verde”.
(Comunicado de Prensa del Movimiento Mundial por los Bosques, Biofuelwatch, Red Latinoamericana contra los Monocultivos de Árboles RECOMA, Rettet den Regenwald, Ecologistas en Acción y Salva la Selva). (foto Dianne Rodríguez Montaño)