En mi servicio de guía espiritual del Pueblo de Dios que camina en el territorio de la Diócesis de Quibdó, y al mismo tiempo, con el deber cívico de la participación en Política, expreso a través de este mensaje algunos criterios que los católicos y todas las personas de buena voluntad deben tener en cuenta en el ejercicio de su responsabilidad democrática.
Estas orientaciones se dan en el contexto de las elecciones para autoridades locales. Las reflexiones aquí expuestas se apoyan en el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia.
Es necesario partir de la diferencia entre Política y politiquería. La Política (con mayúscula) es una actividad válida, noble y de suma importancia. La politiquería es la degradación del ejercicio de la Política. Las dos formas de participación en la sociedad influyen en la toma de decisiones y están alimentadas por formas de pensamiento y estilos de vida diferentes.
La Política
- Busca el bien común. La verdadera Política está al servicio de la comunidad. Su función es lograr que prevalezcan los intereses generales sobre los particulares y que se protejan los derechos de los más débiles, empobrecidos y marginados. El bien común favorece la dignidad y los derechos de todas las personas.
- Se ejerce con transparencia y honestidad. Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que la honradez es la mejor Política. La transparencia consiste en poner las cartas sobre la mesa durante la actividad electoral y después de acceder a cargos de elección pública. Los candidatos deben tener propuestas de gobierno que sean conocidas por los electores, y a través de las cuales se pueda hacer seguimiento a su gestión administrativa. Pero la transparencia debe estar acompañada de la honestidad, por lo tanto, se promete lo que se puede cumplir y se cumple lo que se ha prometido. Un servidor público deshonesto es un cáncer para un ente territorial. En cambio, los líderes honestos son una bendición para un país, un departamento o un municipio.
- Tiene una visión humanista del desarrollo. El concepto de desarrollo es la clave para identificar el tipo de persona y de sociedad que se quieren alcanzar. Para algunos, el desarrollo es crecimiento económico, productividad, tecnología y modernidad, sin importar los valores que se tengan que sacrificar. El desarrollo humano busca la dignidad y la comodidad de los individuos sin causar perjuicios a la cultura, al medio ambiente, a la familia y a la equidad social. El Chocó, en concreto, pide un modelo de desarrollo propio e intercultural, que responda a su historia, su cultura y su territorialidad, en el que no se excluya a ninguna etnia y en el que se distribuyan los beneficios para todos. Esta es la gran tarea de nuestros políticos, la cual debe ser expuesta con suficiente claridad en sus programas de gobierno.
- Se construye sobre criterios éticos y espirituales. Teniendo en cuenta el principio universal que afirma que el fin no justifica los medios, tanto electores como elegidos, acudirán a su recta conciencia y a su jerarquía de valores para elegir y actuar como representantes del poder popular. La crisis política actual es ante todo una crisis moral. En esta misma perspectiva, la cosmovisión religiosa ofrece los criterios para evitar cualquier divorcio entre fe y Política y se impone como imperativo ético de eficiencia y honestidad.
La politiquería
- Practica la compra de votos y el fraude electoral. El voto es una opción en conciencia. Un católico o cualquier buen ciudadano, no compra ni vende el voto. Quien vende su voto no tiene derecho a exigir absolutamente nada. Hay que trabajar por la formación de ciudadanos que ejerzan el voto de opinión y rechazan todo fraude electoral.
- Hace alianza con la ilegalidad. En la politiquería se asume el criterio del “todo se vale”; por consiguiente, se hacen los pactos que sean necesarios para llegar al poder. Los politiqueros no tienen escrúpulos para hacer alianzas con narcotraficantes, extorsionistas, mineros ilegales, contrabandistas y grupos armados.
- Se apoya en las trincheras burocráticas. La politiquería ofrece puestos. Las campañas electorales extienden una red de ofrecimientos a partir de los votos que se consigan. Qué pena da la praxis colombiana según la cual, cargos públicos e institucionales son de propiedad de ciertos partidos y de algunos caciques políticos.
- Se alimenta y se fortalece con la corrupción. Cuando La actividad política es sinónimo de poder, la corrupción cabalga en los escenarios electorales y administrativos. La corrupción administrativa es en gran medida la culpable de la mayoría de los males de nuestro país. No permitamos que los corruptos nos gobiernen.
Finalmente, es importante tener en cuenta algunos criterios de participación política para los sacerdotes:
- Los obispos, los presbíteros y los diáconos, no debemos participar activamente en política partidista, ni aspirar a cargos públicos. Esto, con el fin de favorecer la imparcialidad y la comunión eclesial, y por la esencia misma del orden sacerdotal (Cfr. Código de Derecho Canónico 285,3; 287,2; Congregación para el Clero, Directorio para el Ministerio y la Vida de los Presbíteros, n. 23). No obstante, a nivel personal, tenemos el derecho constitucional a elegir a los candidatos que consideremos idóneos.
- Los templos son lugares desde donde se pueden ofrecer criterios y orientaciones para la adecuada participación Política de los católicos, y a donde los aspirantes a cargos gubernamentales pueden acudir para orar; sin embargo, no son tarima para que políticos de diferentes partidos hagan campaña electoral.
- Invito a los sacerdotes a no participar pública o privadamente en reuniones con candidatos de partidos políticos, que los puedan comprometer en actividades de financiación, publicidad o proselitismo.
- El sacerdote forma a los laicos para que sean ellos quienes ejerzan con ética y competencia la participación activa en política partidista.
El Dios de la vida nos ilumine a todos para elegir el camino de la Política y rechazar el de la politiquería.
“La multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba como propios sus bienes, sino que todo lo tenían en común. Entre ellos ninguno sufría necesidad”. (Hch 4,32. 34)
Quibdó, Septiembre de 2015
+ Juan Carlos Barreto B.
Obispo de Quibdó