Florece con el neoliberalismo, y en Colombia tiene manifestaciones como la exaltación de modelos afrocolombianas en Soho para propagar entre consumidores de exotismo el estereotipo de la sensualidad de la desnudez negra. Incluso, esta tendencia ‘afiliativa’ es consecuente con el lema “Cultura para la prosperidad” del ministerio del ramo, responsable de proyectos como el de convertir a mayo en “mes de la herencia africana”. La propuesta inédita sorprende a quienes le han dedicado lustros infructuosos a deletrear la contribución de África occidental y central a nuestra identidad nacional. Entre los antecedentes de este cambio figura el bello folleto Herencia africana: retratos de mujeres africanas y afrocolombianas. Lo publicó Acua, fundación cercana a esa cartera, con fotos de Angèle Etoundi Essamba. Lo ha distribuido aquí, en Brasil y en España sin atreverse a delinear los orígenes étnicos de las beldades fotografiadas, y más bien pensando en emprendimientos como el de crear denominaciones de origen para los dulces que hacen las mujeres palenqueras o para el biche y la tomaseca, licores artesanales del Afropacífico.
Al otro lado de este manejo está la exclusión de la territorialidad ancestral, a la cual siguen sometidos los pueblos del Afropacífico. Su última inscripción en la historia ignominiosa de la teatralización del terror tuvo lugar el 23 de marzo de 2012, con el secuestro y posterior asesinato de Manuel Ruiz y de su hijo Samir. De esa manera, la que el presidente Santos llama “mano negra” dejó en claro que no está dispuesta a que las comunidades por las cuales luchaba el líder caído —Jiguamiandó y Curbaradó— lleguen a ser casos emblemáticos en la aplicación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. El Ejecutivo tendrá que hacer esfuerzos ingentes para que la Corte Constitucional no siga llamándole la atención por incumplimiento en lo que, en consonancia con la legislación internacional, ella ha dispuesto sobre las reparaciones a la gente desplazada por el conflicto armado, mediante la sentencia T-25 de 2004 y autos que la han enriquecido, como el 005 de 2009 sobre las víctimas afrocolombianas y el 045 de 2012 referente a quienes fueron desterrados en febrero de 1997 de las dos comunidades bajoatrateñas que menciono.
Para la magistrada auxiliar Clara Elena Reales persiste la percepción errónea e inconsciente de que las selvas tropicales húmedas son ricas en recursos naturales, pero vacías de ciudadanos, categoría que aún es esquiva para la gente afrocolombiana, no obstante el que exista otra realidad: las comunidades negras del litoral Pacífico han desarrollado complejos sistemas de producción que a lo largo de los años vienen prestando servicios invaluables que ya deberían hacer parte de las contabilidades relativas a la combinación de producción de alimentos, preservación de biodiversidad, y generación de agua y oxígeno. Sin embargo, el Plan Nacional de Desarrollo, Prosperidad para Todos, no los clasifica como locomotoras del progreso y está por verse cómo los tendrá en cuenta el anunciado programa Desarrollo Rural Equitativo. El que sigan siendo invisibles sería indicativo de que aún está viva la condición que la legislación colonial definió para la gente esclavizada y sus descendientes, a saber, “bienes muebles”.
TOMADO DE ELESPECTADOR.COM