La muerte de Jesús fue una muerte violenta. Al cargar la cruz y morir en ella nos liberó de la muerte y la violencia sin embargo el camino que diariamente recorre nuestro pueblo sigue lleno de violencia, injusticias, corrupción y muchas personas viven en condiciones de vida infrahumanas.
En la primera estación del viacrucis Jesús es condenado a muerte. Hoy en día muchos hermanos y hermanas nuestras, son asesinados y sus muertes en su inmensa mayoría quedan en la impunidad. El ejemplo más doloroso para nuestra Diócesis es el caso de la Hermana Yolanda Cerón, cuyo asesinato, después de diez años, sigue en la impunidad.
La corrupción es apenas una estación en el calvario que vive este pueblo de Dios: presupuestos desaparecidos, obras sin terminar, dobles nóminas, clientelismo, tráfico de influencias y compra y venta de votos están aumentando el peso de la cruz de la comunidad.
La violencia, las fumigaciones, los intereses económicos externos de mega proyectos están obligando a la población a salir corriendo de sus casas, de su territorio. Se les despoja de sus pertenencias, de la familia, de la identidad, de la dignidad y de sus arraigos culturales.
Todas estas cruces fueron representadas a través de cuadros vivos que invitaban a la gente a reflexionar y a no cerrar los ojos ante el sufrimiento de la comunidad que cada día siente cómo aumenta el peso de su cruz.
El calvario y sufrimiento de Jesús nos alienta hoy a no conformarnos y a enfrentar unidos la carga que nos impone el sistema de violencia que impera en nuestro municipio. En cada estación representada en el Viacrucis por la Vida, la comunidad daba su testimonio sobre la situación que vive en sus hogares y en sus barrios.
Al final del Viacrucis se realizó una misa oficiada por el Obispo Monseñor Girón Higuita en donde los asistentes fortalecidos y caminando de la mano de Jesús, oraron por la vida, por la Justicia y la Paz.
