El negocio es excelente para el propietario inicial del título, al que el Estado casi se lo regala (sólo hay que pagar $550.000), y para quienes lo compran en el mercado secundario, y luego lo venden multiplicando muchas veces el valor pagado.
Explotar una mina de oro, hierro, carbón o cualquier otro mineral es un buen negocio en el que las cuantiosas inversiones requeridas dejan grandes utilidades, sobre todo por el bajísimo monto de regalías que deben pagar al país.
Pero la rentabilidad en la compraventa de títulos mineros es muchísimo más alta.
La semana pasada, la Drummond anunció que había vendido el 20% de su operación de carbón en Colombia por US$1.525 millones al grupo japonés Itochu. Esto quiere decir que el valor de las minas de carbón en el Cesar y la infraestructura asociada sería superior a los US$ 7.600 millones.
Drummond es una empresa privada, por lo que no se conocen las cifras exactas sobre las inversiones que ha hecho, pero se estima que el monto neto, restando los dividendos que ya ha remitido a su casa matriz en Alabama, no supera la cuarta parte del precio de venta.
La plusvalía obtenida se deriva del valor de las reservas de carbón que tiene en concesión en virtud de los títulos mineros que compró hace años por un precio más bajo.
Otro caso es el de la venta de la empresa canadiense Ventana Gold Corp., que tiene títulos mineros para explotar oro en 4.590 hectáreas en Santander, por US$1.500 millones.
De este se conocen más detalles, porque Ventana era una empresa listada en la bolsa de Toronto, obligada a hacer pública toda la información.
Ventana en el 2009 compró los primeros títulos por el 75% de la mina El Coloro por US$500.000 y 600.000 acciones de la empresa (en la época valían menos un dólar cada una), luego adquirió el otro 25% por US$6 millones.
También se sabe que en el 2010 pagó US$48 millones por lo títulos de las minas La Bodega y La Baja, y que en la compra de otros títulos y las inversiones en exploración se ha gastado unos US$70 millones adicionales, para un total de inversiones de US$136 millones.
La cadena de la felicidad empieza en los afortunados propietarios de los títulos mineros originales, por los que no le pagaron casi nada al Estado colombiano y los vendieron por millones de dólares; es probable que el Estado tampoco hubiera recibido nada por esta multimillonaria ganancia ocasional.
La Ventana tampoco hizo un mal negocio, pues aunque ya tuvo que pagar un precio alto por los títulos mineros, los vendió en casi 12 veces el valor invertido.
Aquí no hay duda de que como la transacción se hizo en Canadá, Colombia no recibió un peso de esa enorme utilidad.
Para bien del país, este Gobierno ya frenó la piñata de títulos mineros que se hizo en el segundo periodo de Uribe, donde en sólo 9 meses se otorgaron títulos por la misma área que se había asignado en todos los años anteriores, incluso a paramilitares y delincuentes y hasta en parques nacionales y zonas de páramo. Pero no es suficiente haber detenido la gran corrupción heredada de Uribe.
El Gobierno tiene que acabar con el negocio y la especulación con los títulos mineros, reduciendo los plazos de su vigencia y estableciendo un alto gravamen a su venta a terceros.
Tomado de http://www.conflictosmineros.net