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El hombre que fue el cerebro de la paraeconomía

By diciembre 31, 1969noviembre 9th, 2024No Comments
El hombre que fue el cerebro de la paraeconomía

La gran mayoría de los colombianos no sabe realmente quién es Raúl Hasbún, alias Pedro Bonito. A diferencia de otros comandantes paramilitares que se presentaron como grandes señores de la guerra cuando entregaron sus armas en el proceso de desmovilización de Justicia y Paz, Hasbún pasó de agache porque se desmovilizó como un militante más y no como el comandante del Bloque Bananeros de las autodefensas.

El exparamilitar, que hoy se encuentra pagando una condena de 18 años por una masacre que ordenó en San José de Apartadó, aceptó hablar, por primera vez, con un medio de comunicación sobre el modelo de financiación de las autodefensas con el sector privado.

SEMANA: Usted nunca ha dado una entrevista a un medio de comunicación, ¿por qué acepta hacerlo ahora?

Raúl Hasbún: Porque cierran el caso de Chiquita. ¿Para qué nos llaman a declarar entonces? Si a la Fiscalía no le interesa que hablemos de los bananeros, que nos lo digan y así no desgastamos a la Justicia y nos evitamos amenazas por sapos. Que la Fiscalía diga de quién quieren que hablemos y de quién no, pero lo deben decir públicamente. Si no quieren que hablemos de los políticos ni de los empresarios, que lo digan.

SEMANA: ¿Es peor hablar de los empresarios o de los políticos?

R.H.: A los empresarios nunca les han arrancado procesos. No ha empezado la paraeconomía. En la paraeconomía en Urabá yo involucro a 4.000 personas como poquito.

SEMANA: ¿Entonces usted cree que la Fiscalía cierra el proceso de Chiquita y se abstiene de formular cargos a los demás para no afectar a los empresarios bananeros?

R.H.: Lo que pasa es que hay varias personas demasiado importantes dentro de lo político y lo económico. Yo entregué unos listados a la Fiscalía con 270 bananeros, 400 ganaderos y podrían ser unos miles de comerciantes. La Fiscalía no tiene la capacidad para investigar lo que pasó en Urabá, pero tampoco hay voluntad política. Acabarían con el quinto renglón de la economía nacional que alimenta el PIB, que es el banano. Ciérrenlo y dejan a 300.000 personas sin empleo, y eso genera más muertos que los que yo y la guerrilla pusimos durante mucho tiempo.

SEMANA: ¿Cuánto dinero salía de los empresarios para la paraeconomía?

R.H.: A mí me daban tres centavos de dólar mensuales por caja de banano y me entraban más o menos 400 millones al mes. Sume otros 200 de los ganaderos y otros 100 de los comerciantes. Eran 600 millones de pesos mensuales, que anualmente serían 7.200 millones de pesos. Eso me entraba a mí al año solo de Urabá.

SEMANA: ¿Durante cuánto tiempo?

R.H.: Con 7.200 millones de pesos al año nosotros delinquimos durante diez años.

SEMANA: Eso suma cerca de 80.000 millones. ¿Los aportes fueron voluntarios o los lograron a punta de extorsión?

R.H.: ¿Dónde hay una denuncia de que nosotros extorsionábamos a los bananeros? No pueden decir que los extorsionábamos porque cuando pensamos traer a las autodefensas yo ni siquiera tenía poder militar ni nada de eso.

SEMANA: ¿Entonces la idea de aliarse con los paramilitares fue de los empresarios?

R.H.: Yo era del gremio bananero, tenía fincas, empresas bananeras. Los bananeros, ganaderos y comerciantes de la zona, estábamos cansados de la presencia de la guerrilla. La única solución que encontramos fueron las autodefensas.

SEMANA: ¿Y cuándo empezaron a financiar a las autodefensas?

R.H.: La primera vez que financiamos grupos al margen de la ley, voluntariamente, fue con la incursión del jefe paramilitar Henry Pérez en la zona. La segunda fue con los comandos populares y la tercera, cuando se conformaron las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU).

SEMANA: ¿Cómo funcionaron los comandos populares?

R.H.: Muchos eran exmiembros del EPL, eran aliados. Nosotros les dábamos plata y los armamos para pelear contra la guerrilla y los sindicatos porque nos tenían secos. Los comandos populares contaban con el apoyo de Fidel Castaño y después, cuando empiezan las Autodefensas de Córdoba y Urabá (ACCU), absorbimos los comandos. Entramos a una reunión con ellos siendo comandos y salimos de la reunión como autodefensas.

SEMANA: ¿Y cuándo hacen la alianza con las ACCU de los Castaño?

R.H.: En el año 94 o 95, no recuerdo exactamente. Fui a donde los Castaño, en representación de los empresarios, a decirles que metieran gente allá. Nos fuimos haciendo muy amigos con los hermanos Castaño; llevábamos como dos años trabajando en eso hasta que en el 96 me dice Vicente Castaño que necesitan que nos organicemos y que yo voy a ser el comandante.

SEMANA: ¿Cómo fue el inicio de ese proceso de financiación y expansión de las autodefensas?

R.H.: Nos daban la plata en tulas, siempre en efectivo. Nosotros tuvimos una oficina primero aquí en Medellín que se encargaba de recoger la plata de los empresarios bananeros.

SEMANA: ¿Por qué en Medellín?

R.H.: Porque la región era tan violenta que no iba ningún bananero a la zona. Entonces los que pasaban las listas no eran los empresarios, porque no iban a la zona, sino los administradores.

SEMANA: ¿Qué listas?

R.H.: El administrador sabía quién era guerrillero o era colaborador y trabajaba en las fincas. Entonces nos daban las famosas listas para que paráramos los buses en retenes en la vía y con lista en mano el comandante del retén iba diciendo «me bajan a fulano y fulana» y mataban a tres o cuatro. Muchas veces dos fincas contrataban a un mismo bus para el personal, entonces en un solo bus había más de dos masacres.

SEMANA: ¿Cuándo deciden montar entonces la estrategia de financiación a través de las Convivir?

R.H.: Uno veía todos los días por las noticias la promoción de las Convivir, entonces se nos ocurrió a nosotros (junto con Vicente y Carlos Castaño) que era una buena idea, porque veíamos que podía haber un problema si un hombre se torcía y contaba que las empresas daban la plata en efectivo.

SEMANA: ¿Los bananeros sabían de ese plan desde el principio?

R.H.: A mí me preguntaron en el caso de Chiquita, «¿usted concertó con los bananeros para montar las Convivir?», que era lo que averiguaban. «No, concerté con Vicente Castaño, con Maicol y con Doblecero para el tema de las Convivir». Luego fui a la Gobernación y me reuní con Pedro Juan Moreno, Rodrigo Cardona y un doctor Naranjo. Muy formales todos. Nos atendieron a las mil maravillas.

SEMANA: ¿Cómo así?

R.H.: Yo fui a montar una Convivir y me dijeron, «vea, hombre, hay unos 14 montañeritos que tienen la misma idea suya, no tienen un peso, ¿usted por qué no se apodera de esas?».

SEMANA: ¿La Gobernación sabía que ustedes querían las Convivir para esconder los aportes que hacían los bananeros a las AUC?

R.H.: Yo no le sabría decir si ellos sabían o no sabían, o nos utilizaban. Yo digo que los utilicé, pero quién quita que fueron ellos los que nos utilizaban.

SEMANA: ¿Cuántas veces fue a la Gobernación?

R.H.: Por ahí diez veces.

SEMANA: ¿Y alguna vez se reunió con el gobernador Álvaro Uribe?

R.H.: Sí, un día el doctor Pedro Juan Moreno me dijo, «venga para que conozca al jefe». Y ese señor estaba allá en la oficina de él, hablando por teléfono. Nos sentamos en una salita de unos muebles blancos y él terminó de hablar y entonces Pedro Juan le dijo, «vea, le presento a Raúl Hasbún, el de las Convivir de Urabá». «Ah, mucho gusto», y se paró y buscó por allá unas calcomanías de `Denuncie y Apoye` con números de seguridad y papelitos y unos folleticos que sacaban en esa época. Ese señor me dio todo eso y yo duré cinco minutos o tres minutos.

SEMANA: ¿La forma de pago cambia cuando ya se vuelven Convivir?

R.H.: Totalmente. Ya nos dejaron de pagar en las tulas, consignaban en las cuentas. Nos quitamos un dolor de cabeza porque, cuando nos pagaban en efectivo acá en Medellín, nos tocaba mandarla en caletas en camiones a Urabá. No podíamos por el sistema bancario porque era mucha plata.

SEMANA: ¿Los ganaderos aportaban de la misma manera?

R.H.: Los ganaderos no, ellos nunca aportaron a las Convivir. A los ganaderos les quedaba más fácil pagarnos directamente en efectivo. Con lo que pagaba el gremio ganadero manteníamos a los grupos de choque. Es que en las Convivir no podíamos meter a nadie en la nómina que tuviera orden de captura. Las Convivir no eran para matar gente, eran para legalizar los pagos de las empresas.

SEMANA: ¿Y la estrategia con los comerciantes cómo era?

R.H.: El brazo militar entraba a un pueblo primero y acababa con todas las milicias urbanas de la guerrilla. Luego, reunían a la gente y les decían, «vean esta `limpieza` la hicimos nosotros, las autodefensas. Fulanito se murió porque era el que les cobraba los impuestos, el que secuestraba y el otro, que andaba con el radio informando». Y en esas reuniones se les presentaba a la persona encargada de las finanzas que les explicaba. Entonces los de los almacenes daban la plata en efectivo a unas pequeñas estructuras y a los dos o tres meses estas pequeñas estructuras que operaban como urbanos ya eran autosuficientes. Chigorodó, Carepa, Turbo, Currulao se volvieron autosuficientes, compraban sus motos, sus radios, transporte, todo.

SEMANA: ¿Qué tanto poder en realidad llegaron a tener?

R.H.: Entregamos las armas cuando más rentable era el negocio, cuando más fusiles teníamos, cuando más poder político teníamos. Mancuso hablaba del 35 por ciento del Congreso; ni siquiera Mancuso sabía todo el poder que tenía.

SEMANA: La expansión y el poder que alcanzaron también lo lograron gracias al narcotráfico…

R.H.: Esa era una de las alternativas que tenía cada comandante de zona. Si yo necesitaba recursos, podía hacerlo, pero en el Urabá no hubo porque antes de entrar ya teníamos la financiación garantizada. Es más, controlábamos que no se utilizaran los barcos para el narcotráfico por condición de los empresarios bananeros.

SEMANA: ¿Ustedes utilizaron los barcos bananeros para traer armas?

R.H.: Nunca fue en barcos bananeros. Yo participé en el ingreso de 4.200 fusiles a Colombia, que los trajimos de Bulgaria camuflados entre la urea, que es abono para el banano, pero los bananeros no tuvieron ninguna responsabilidad.

SEMANA: ¿Cómo encaletaron los fusiles y cómo los descargaron?

R.H.: El barco llegó al golfo de Urabá y ya teníamos legalmente las licencias de exportación de esa urea. Se contrató a Banadex, que era filial de Chiquita, porque era la única empresa que tenía la infraestructura para descargarla en contenedores y a granel.

SEMANA: ¿Banadex sabía lo de los fusiles?

R.H.: No, se dieron cuenta a las 12 de la noche, porque cuando estaban bajando la urea se partió un palo y, cuando cayeron los sacos, también cayeron las trompetillas de los fusiles. Nos tocó asegurar una lancha con tropa para que no dejaran bajar a nadie del barco, y ya todo el mundo empezó a trabajar obligado. Torcimos a un cabo de la Policía con un cuento de que venía un contrabando de urea y que habíamos pagado impuestos por 1.000 bultos, pero venían 2.000, y le pedimos que nos dejara sacarlos. ¿A ese policía sabe qué le dimos? Tenían 14 camarotes en la estación de Policía y ninguno tenía tablas ni colchonetas, y el techo era de Eternit y estaba roto. Eso costó millón y pico de pesos. No hubo que pagarle comisión en esa vuelta.

SEMANA: ¿Qué tanto poder llegaron a tener sobre la Policía y el Ejército en Urabá?

R.H.: Todo el mundo nos copiaba. Yo mandaba, no directamente, pero indirectamente. Ejército, Fiscalía, Policía, DAS, Sijín, todos los organismos nos copiaban. A nosotros nos llegaba toda la información, armábamos un solo informe y se le mandaba a todo el mundo. La gran mayoría de operaciones en Urabá fueron conjuntas.

SEMANA: ¿Ustedes despachaban desde la Brigada XVII?

R.H.: Montamos una sede al lado. Después llegó la Brigada y compró un lote que nosotros les ayudamos a conseguir y quedamos entrando a la sede nuestra por toda la mitad de la Brigada.

SEMANA: ¿Y qué pasó con esa sede?

R.H.: Se entregó a los bananeros. Ellos quedaron con la sede, con todo. Creo que la donaron después al Ejército y ahí creo que queda hoy la casa del general.

SEMANA: ¿Ustedes llegaron a nombrar a algún oficial de las Fuerzas Armadas?

R.H.: No podíamos ni ponerlo, ni quitarlo, pero si ese señor llegaba y no coordinaba con nosotros, no hacía absolutamente nada. Y vea ahora cómo es la defensa de mi general Rito Alejo del Río: que él no sabía y que le tenía miedo a los paramilitares. Y, en el juicio contra Guillermo Gaviria, va el abogado y dice que es que no denunciaban porque se sentían amenazados.

SEMANA: Los empresarios también se defienden con ese argumento.

R.H.: A mí me sientan delante de cualquier bananero y creo que ninguno de ellos se atreve a decirme mentiroso. Es que a Víctor Enríquez, que es uno de los investigados en el proceso de Chiquita, le preguntan si conoce a Raúl Hasbún y dice que no, cuando la hermana de él era casada con mi hermano.

SEMANA: ¿Y Enríquez de qué comercializadora era?

R.H.: De Banacol, el dueño y gerente de Banacol, que terminó comprando Banadex, que era de Chiquita. Estaba el presidente de Augura, todos los duros del banano en Urabá, el doctor Andrés Arango. No había un mes en que yo no me reuniera con esos señores. Ahora ninguno me conoce.

SEMANA: Pero la Fiscalía al único que le imputa cargos por concierto para delinquir es a usted.

R.H.: Cuando le conté a El Alemán (excomandante paramilitar), me dijo que me había pasado lo mismo que a Yidis Medina.

SEMANA: ¿Usted cree entonces que hay mucha gente que debería estar en la cárcel como usted?

R.H.: Yo no quiero que metan preso a nadie, yo lo único que quiero es que Colombia y el mundo sepa que no fuimos cuatro o diez tipos los que armamos el despelote y que somos unos asesinos. ¿Será que un Estado me puede decir bandido cuando recibe unos guerrilleros del EPL y vuelve y me los uniforma de autodefensas? ¿Entonces yo soy el bandido y ellos no? Si eso es ser bandido, entonces Colombia entera era bandida, porque no puede haber un ganadero, un bananero en áreas rurales que no haya tenido vínculos con las autodefensas.