Comunicaciones CIVP / Fotografía: Rodrigo Grajales/
Hasta no hace mucho los libros de texto en la escuela enseñaban que el doce de octubre de 1942 Cristóbal Colón había descubierto a América. Por eso -seguían diciendo los libros y los maestros y los niños durante el acto de izar la bandera en el patio de la escuela- el doce de octubre celebramos el día de la raza: porque se conmemora el encuentro de la cultura europea con la indígena, encuentro que luego iba a ser de tres, cuando los blancos trajeran en sus barcos negreros a millones de africanos.
Esa es la historia de los conquistadores. ¿Hemos escuchado la otra historia, la de los conquistados y colonizados, la de los secuestrados y esclavizados? ¿Se le debe llamar «encuentro» al genocidio de decenas de millones de seres humanos que murieron por las guerras, las hambrunas y las enfermedades? ¿Querían los negros venir amarrados a morir de paludismo y a recibir latigazos en las minas?
Colón era un navegante genovés que fue financiado por la decadente corona española en un intento desesperado de abrir nuevas rutas comerciales. De no haberse topado por accidente con esa isla del Caribe que los taínos llamaban Haití pero que el volvió a bautizar como «La Española», Cristóbal Colón habría perecido víctima del hambre y la sed en la mitad del océano, o quizá habría sido linchado por su propia tripulación de bandidos y maleantes indultados, un montón de truhanes sacados a última hora de las cárceles para embarcarse en aquella empresa quimérica que ni siquiera tenía cómo pagar a sus marineros. Colón no «descubrió» nada: fueron los indios taínos los que le descubrieron a él, hambriento y mugroso, con varias semanas encima sin bañarse, y extraviado a la deriva en medio del mar. Murió sin saber que esa tierra que había pisado cuatro veces en cuatro viajes era otro continente, porque hasta el final de sus días estuvo convencido de haber llegado a algún rincón de la India o del Asia oriental.
No obstante, aquel doce de octubre de 1492 sí inaugura algo que no deberíamos llamar «descubrimiento» sino más bien «encubrimiento», como escribió alguna vez cierto historiador de provincia. Con aquel punto de quiebre histórico inicia el largo proceso de conquista y colonización de América, las potencias europeas a la cabeza, que sometió a los pueblos originarios y esclavizó a los africanos, destruyendo su cultura y sus territorios, un proceso que desembocaría, ya lo explicó Carlos Marx, en la acumulación de riqueza que luego permitió el surgimiento del capitalismo en Europa.
La otra historia, la de los vencidos, dirá que no hay nada para celebrar el doce de octubre, fecha nefasta para los pueblos indígenas y afrodescendientes. La otra historia dirá que nunca se debió haber hablado de razas, que nunca se debió calificar a los seres humanos según los tonos de su piel. La historia de los vencidos reclama cinco siglos después que se mire hacia otras formas de concebir el mundo y la vida.
Desde la Comisión Interétnica de la Verdad del Pacífico invitamos a escuchar este programa de radio con una entrevista al dirigente emberá Plácido Bailarín sobre el significado del doce de octubre para los pueblos originarios de América.