¿Cómo se verá en cien años el gobierno de Uribe? ¿Perdurará el legado uribista de la seguridad democrática o se recordarán más los escándalos de corrupción que consumieron gran parte de su segundo gobierno? ¿Qué quedará para la historia: el documento del 2019 en el que Uribe quiso plasmar los cimientos sobre los cuales habría de edificarse la doctrina de la seguridad democrática o su apego al poder y su inquebrantable vocación reeleccionista?
¿Acaso será recordado como el Presidente que pacificó el país, que arrinconó a las Farc y que logró la desmovilización de los jefes más reconocidos del narcoparamilitarismo o, por el contrario, será recordado por haber sido el gobierno en que los paras se recompusieron y el país perdió la oportunidad de reparar a las víctimas de esas masacres?
¿Por qué será recordado Álvaro Uribe en los textos de historia del futuro: por haber rescatado al país de las fauces de las Farc y haber consolidado un Ejército capaz de realizar operaciones Jaque concebidas para liberar a los secuestrados sin regar una sola gota de sangre, o por haber permitido las ejecuciones extrajudiciales de jóvenes inocentes a quienes el Ejército hacía aparecer como guerrilleros muertos en combate?
¿Su forma de gobernar, su manera de intervenir en todos los microcosmos de la política, será recordada como un acierto porque acercó el gobernante al pueblo y a sus necesidades o, por el contrario, será recordada como la causante de una de las peores crisis institucionales, una que tuvo que ser recompuesta por su sucesor, Juan Manuel Santos, quien se vio en la penosa tarea de volver a crear los cinco ministerios que Uribe acabó?
Y pregunto: ¿Los estratos uno, dos y tres por qué lo recordarán más: porque les puso un puesto de policía en su municipio, porque triplicó el número de colombianos con salud en el régimen subsidiado -qué importa que no tuviera plata para hacerlo- o por haber sido el gobierno que acabó con la salud? ¿Por qué lo recordarán más: por haber triplicado los subsidios de Familias en Acción o por haber sido el gobierno que mantuvo la tasa de desempleo más alta de América Latina en las primera década del siglo XXI?
¿Qué dirá la historia cuando vea en retrospectiva estos ocho años en materia de derechos democráticos? ¿Quedará como la época en que «festejamos nuestras diferencias, aprendimos el significado de la tolerancia y a vivir entre la diversidad», tal y como lo pregona la propaganda de la conmemoración del Bicentenario que anuncia la celebración de un concierto al mejor estilo de Jorge Barón para el 20 de julio? ¿O, por el contrario, quedará inscrita esta época como una de las más intolerantes del siglo XXI: una en la que los individuos que se apartaron de la opinión dominante fueron estigmatizados injustamente y señalados de ser agentes indirectos del terrorismo?
¿Y cómo recordarán las minorías al presidente Uribe? ¿Como el gobierno que las exaltó hasta el extremo de nombrar una ministra negra -qué importa que no supiera nada de cultura- o como el gobierno en que los derechos de las minorías quedaron supeditados al peso implacable de las mayorías?
¿Esta vuelta a los tiempos de los escapularios y las bendiciones que nos deja como legado el régimen de Uribe perdurará en el tiempo o es que acaso el país va a volver por el precepto constitucional de que el Estado debe ser laico y de que en Colombia hay libertad de cultos? ¿Prevalecerá el derecho divino sobre el derecho de la mujer a disponer de su alma y de su cuerpo como lo quiere el procurador Alejandro Ordóñez? ¿Uribe será recordado por haber acabado al Partido Liberal o por haber creado un partido nuevo como la U?
¿En cien años estaremos todavía esperando a saber la verdad de lo que en realidad fue el narcoparamilitarismo? ¿Seguiremos diciendo que no hay conflicto? ¿Habremos acabado con las Farc o las Farc habrán terminado con nosotros?
Aquí les dejo estas preguntitas para que festejen este Bicentenario tan opaco en reflexión y tan lleno de espectáculos sin importancia.
María Jimena Duzán
Tomado de Semana.com