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Actualidad

Barrio Lleras: Memoria de una resistencia

By diciembre 31, 1969No Comments

Un periódico me hacía una entrevista y sostenía que hay que mostrar también las cosas buenas, porque escuchar solamente el horror de la guerra es desalentador; que se debe pensar en la vida de las víctimas como una simple cuestión del pasado, y que hay que mirar hacia el futuro si realmente queremos arreglar esto… No sé si será posible construir el futuro sin reconstruir el pasado y con él, la memoria de las víctimas que ha dejado esta guerra infame, de la cual algunos se han aprovechado para enriquecerse y legitimar su poder.

Muchos colombianos hablan de paz, afirman que es la hora de clausurar estos escenarios de guerra tan cargados de maldad y sevicia, de hablar de un período de guerra del pasado y que ahora iniciamos otra etapa, la de la paz, o el pos-conflicto…; ahí la memoria  juega un papel muy importante para que se convierta en un elemento reparador y constructor de nuevos contextos cargados de esperanza y vida. O, por   el contrario, cuando la memoria no dignifica la vida de las víctimas, es decir, es contada por el victimario, llámese actor armado o Estado, lo que hace es legitimar la injusticia y el olvido. Esto sería tan violento como la misma guerra. Así, tendríamos que acostumbrarnos a vivir un futuro en la hipocresía o la complicidad de lo que ha sucedido.

A propósito de este mes y del 9 de abril, día de las víctimas del conflicto armado, donde algunos sectores de la sociedad, invitados por la ley, generan un acto de solidaridad y reflexión, ha sucedido  que, los efectos de las celebraciones de días como estos son contrarios a un genuino proceso de memoria. Mientras se construyen monumentos y se establecen días conmemorativos, se desconoce en parte la verdadera historia de las víctimas, acallando sus voces y sepultando la vida. Debe ser que hay muchos interesados, quizás los victimarios, de sacar a las víctimas de la triste historia de este país.

La verdad histórica se construye haciendo memoria, es decir, reconstruyendo narraciones de las miles de personas que han sido víctimas de este conflicto. Un día es importante para hacer un homenaje, pero lo más importante es que ellas mismas puedan reconstruir su historia, su verdad. Aquí en Buenaventura en la parroquia San Pedro, la Capilla de la Memoria es un espacio para reconstruir historias y ser solidarios;  este proyecto lo hemos llamado “Memorias de una resistencia pacífica”.

La Capilla de la Memoria, en su mayoría, está conformada por mujeres, quienes creen que el futuro está hecho de pasado y el presente, o simplemente como decía un amigo indígena: “El futuro para nosotros está atrás: en recuperar nuestro pasado, en volver a nuestras tierras y recuperar nuestras tradiciones”. Desde el 2006 un grupo de mujeres que habían perdido a sus seres queridos, unos asesinados  y otros desaparecidos, comenzaron esta experiencia: con oraciones, fotos y cruces, buscan que sus vidas sean reconocidas, por lo menos por su Dios, que se les escuche y que se les dé una explicación de lo que les ha pasado. Así se fueron juntando más mujeres y con la ayuda de los Misioneros Redentoristas emprendieron esta tarea de reconstruir su memoria de manera colectiva. Una memoria que no ha sido contada en su plenitud y que espera ser escuchada todavía. Este colectivo de personas tiene espacio en la Casa Social y desde un pequeño salón donde están las fotografías y nombres de sus seres queridos, tratan de sensibilizar a muchos de lo que ha significado el conflicto armado en sus vidas y territorios.

En esta experiencia no es la ley la que dice qué día debe celebrarse la memoria las víctimas. Aquí la fecha es el 17 de julio, cuando se hace homenaje a todas las víctimas de la Capilla de la Memoria recordando a Jair Murillo, líder de una organización de desplazados que fue asesinado por tratar de reivindicar los derechos de sus paisanos. Durante varios años y con el acompañamiento de la parroquia las víctimas han podido hacer este ejercicio de reconstruir la memoria y de sensibilizar a las demás para que sean solidarias.

Aquí el Estado ha sido victimario por acción y por omisión. Primero, su principal interés ha sido un modelo de desarrollo económico impuesto por encima de la dignidad de las personas. Importa más el capital que la vida de las comunidades. Se han construido muelles de contenedores y puertos, se han apropiado de los bienes de los demás, han abusado de la vida de los otros, se han quedado con la tierra de quienes han desplazado, se han enriquecido con el dolor de los demás; en últimas le han dicho a los que viven en los territorios ganados al mar “bajamar” que ahí no pueden vivir para quedarse con este lugar. Y segundo, la omisión de las instituciones se debe al olvido estatal; Buenaventura es, como lo dijo el obispo de esta Diócesis Héctor Epalza, “un puerto sin ciudad, o una ciudad sin puerto”. No es posible que la gente no haya tenido lo mínimo para vivir: el servicio de agua potable, una escuela, un hospital y el trabajo; una realidad paradójica cuando el puerto mueve un 68% de la economía nacional. Sólo unos cuantos se han posicionado para siempre en el poder, es decir, han manipulado un sistema tan desigual llamado ’estado social de derecho`, que hará que siempre ellos sean quienes ostenten el poder y puedan quedarse aquí, como afirman, “en la mejor esquina del mundo”.

En un lugar donde la muerte acaba con la vida, la memoria hace aflorar nuevas esperanzas. El proyecto humanizador de la parroquia “Capilla de la Memoria” hace trascender la existencia más allá de la vida biológica, convirtiendo a sus miembros en un mensaje viviente en el tiempo. Este proyecto es una manera de encontrar la paz. Jesús no estaba muerto, algunos dijeron que lo habían matado y lo habían colocado en un sepulcro. Pero, en realidad, estaba más vivo que antes: liberaba a quienes se sentían esclavos, devolvía esperanza a los sufridos, hacia perder el miedo y concedía valor para anunciarlo. Su resurrección generó vida, más ánimo para luchar.  Su muerte, como la muerte de muchas víctimas, son de aquellas que hacen florecer la vida de muchos.

 

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