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El presente texto es un resumen de los intentos frustrados de una joven mestiza que al graduarse en el año 2010 como una de las 10 mejores bachilleres según el puntaje ICFES, en una de las mejores Instituciones Educativas de Tumaco, su puntaje ponderado de 54 no fue suficiente para ingresar a la Universidad de Nariño, con sede en Pasto, a la carrera que ella había escogido como primera opción y cuyo puntaje mínimo era 60.

En septiembre de 2015 intentó encontrar un cupo en la Universidad Nacional, sede Tumaco, pero se repitió la historia cuando ella consultó los resultados del examen presentado, y encontró un puntaje de 383.9240, bastante lejos del mínimo 500 para ingresar; por lo tanto no fue admitida, como aparece en los siguientes datos tomados del pantallazo de la consulta:

 Pregrado 2016-01…

Consulta de Resultados – Pregrado 2016-01

Nombre: XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

Documento: XXXXXXXXXXXXXXX

Solicitud de Admisión: Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica – Sede Tumaco

Puntaje en la prueba del domingo 20 de septiembre de 2015

Total Estandarizado: 383.9240

Documento: XXXXXXXX

Matemáticas: 8.40

Ciencias: 9.70

Sociales: 8.71

Análisis Textual: 10.13

Análisis de la Imagen: 8.65

No Fue Admitido.

Resultados Proceso de Admisión Pregrado 2016-01 

Total Estandarizado: 383.9240

Puesto UN: 57340

Puesto Sede: 0

Fecha de Consulta: 2015-09-29 21:43:59

A otros jóvenes se les escucha decir que para la inscripción a la Universidad de Nariño en octubre de 2015, se requería un puntaje mínimo de 210 para licenciaturas y un mínimo de 250 para otras carreras.

¡Cada quien con su argumento!

Pero algunos dirán que hay diferentes alternativas, que no todo es negativo para la juventud, que vivimos en un país en donde la Constitución Política garantiza derechos y que los Gobernantes  están avanzando en la implementación de esas garantías. Otros nos animarán a buscar esas posibilidades, cercanas para unos y muy lejanas para otros. Si no es posible ingresar a la universidad pública, está la opción de vincularse al Servicio Nacional de Aprendizaje, SENA, pero no todos logran ingresar. Si a lo público no se puede entrar, está la opción de estudiar en los Institutos y universidades privadas, que en Tumaco hay muchas opciones, con variedad de carreras y también con altos costos que jóvenes de familias de bajos ingresos no pueden asumir.

Si en sus familias no tienen el dinero para costear la educación superior, entonces, todavía queda otra posibilidad con el ICETEX para créditos educativos, que son difíciles de alcanzar para un o una joven que, económicamente, no garantiza la recuperación del crédito y que es difícil cumplir con el requisito del codeudor, para otorgarle el crédito. ¿Qué persona está dispuesta a comprometerse con una deuda que no es para su beneficio?

Esta historia vivida por esta joven que estudió en Tumaco, el municipio con mejores posibilidades en el Pacífico nariñense, es una alerta a la situación en el derecho a la educación que podría rodear a la juventud de los municipios como La Tola, Olaya Herrera, El Charco, Mosquera, Francisco Pizarro, Barbacoas, Roberto Payán y Magüí Payan en donde las condiciones educativas son de menor calidad y, casi inexistentes las oportunidades para avanzar más allá del bachillerato.

Son muchas las explicaciones que se podría plantear frente a la dificultad de ingreso de los y las jóvenes del Pacífico nariñense a la universidad. Tal vez algunos docentes dirán que la juventud no se dedica a estudiar, que están más conectados con el celular que con las clases, que se dejan llevar por el facilismo y que los padres de familia no apoyan en casa el proceso educativo de sus hijos e hijas.

Madres y padres de familia se defenderán diciendo que no tienen el nivel académico para enseñar a sus hijos o que no hay tiempo porque deben trabajar para sostener la familia o que esa es la tarea de los docentes. Los y las jóvenes, posiblemente, argumentarán que no entienden lo que enseñan los profesores, que hay lugares en donde reciben pocas clases al año, que les hacen transcribir y repetir textos, que unos son buenos profesores y que por otros, no quieren seguir estudiando.

Algunos líderes mencionarán que hay profesores destacados en su labor, pero son pocos; que los salarios no compensan el trabajo que deben asumir y por lo tanto se ven obligados a trabajar en más de una Institución, ¿a qué hora descansan y preparan clases?; que hay otros con baja preparación académica, didáctica y pedagógica, que las oportunidades de capacitación para ellos también son escasas. Que otros no trabajan con vocación, sino por tener un empleo; que hay profesores pensionados, con avanzada edad, que todavía siguen en sus puestos para aumentar sus ingresos o que algunos son nombrados por cuotas políticas.

Otros dirán que hay problemas de infraestructura, que en algunos lugares no tienen el servicio de un acueducto, de un Comedor Escolar o que las escuelas y colegios no tienen las herramientas y materiales pedagógicos para potenciar las capacidades de niños, niñas y jóvenes.

El Gobierno nos recordará las becas para comunidades negras, indígenas y víctimas del conflicto armado, de los Programas “Ser pilo paga”, “Usted elige” y de otros que han beneficiado a muchas personas. La pregunta es cuántos, de ese gran universo de jóvenes del pacífico nariñense no han logrado acceder a estas oportunidades.

¡Paz, equidad y educación!, dice el Presidente Santos

Cualquiera que sea el argumento o la excusa para evadir las responsabilidades, la verdad es que el sufrimiento lo están viviendo muchos jóvenes. Qué hace entonces la juventud en esta región, cómo salir de este círculo de desigualdades y dificultades que podría generar desesperanza?.

Hoy frente al desafío cercano de los acuerdos de paz en la Habana, es urgente que los Alcaldes, el Gobernador del Departamento de Nariño, las Secretarías de Educación y el Gobierno nacional mejoren las medidas que permitan reducir las barreras de acceso a la educación en todos sus niveles y en las mejores condiciones para que sea realidad que los niños, niñas y jóvenes son el presente y el futuro de Colombia.

¡Soñar no cuesta nada! y “lo último que se pierde es la esperanza»! Pero la construcción de la paz en regiones como la nuestra exige que se transformen esas estructuras gubernamentales que vulneran los derechos humanos y que de seguir así, impedirán la vivencia de una de las manifestaciones de la paz que es el progreso humano y social a través de la educación.