Son muchas las movilizaciones sociales que se están presentando en todo el país, y que tienen que ver con la reivindicación de los derechos individuales y colectivos. Según la Defensoría del Pueblo, a marzo 13 de este año, iban 283 protestas sociales, de las cuales llama la atención de manera especial, aquellas que reclaman a todo grito que termine la violencia y que cese la guerra, «la horrible noche». Son millares las personas afectadas con lesiones físicas y morales, casi imposibles de reparar, y cuyos casos no son de interés de los medios de comunicación estatales y paraestatales.
Es el caso del municipio de San Andrés de Tumaco, ubicado en el suroccidente del país, región Pacífica, que al igual que muchos pueblos de la región, recoge todas las modalidades de la violencia, en especial de conflicto armado. Pueblos que hacen parte de la historia del país, pero para el gobierno local y nacional no existen, son pueblos invisibles. El Estado es insensible al clamor de la gente, situación que se demuestra con la poca inversión social para el mejoramiento de la calidad de vida, y de infraestructura para el ejercicio de una buena ciudadanía.
Un municipio que tiene buenas bahías y playas de la costa Pacifica, que muestra el potencial ambiental, turístico y cultural, con una calidad de gente verdaderamente humana y solidaria, pero que la violencia armada y la corrupción la han puesto con pocas posibilidades de vida digna, empezando por el derecho al trabajo, a la salud, a la educación, que garantice la construcción de un territorio protector de los derechos individuales y colectivos.
Este 22 de marzo, en el marco de la Cuaresma 2015, pero una cuaresma de verdad con sacrificios y solidaridad, la Iglesia de Tumaco, organizaciones y movimientos sociales, en especial la Comisión Vida, Justicia y Paz, han realizado el Viacrucis por la Vida, con el lema “JUNTOS SIGAMOS A CRISTO, DEFENDIENDO LA VIDA COMO COMUNIDADES DE PAZ”. No es para menos, en un municipio donde se viola el principal derecho, la vida humana. Aquí, cientos de personas, entre ellas un gran número de víctimas, caminaron por las calles de Tumaco, y en cada estación o parada de reflexión, a una sola voz se imploró para que llegue la paz, la tranquilidad, el progreso, el respeto por los derechos, la solidaridad con las victimas de desplazamiento, desaparición, amenaza a líderes, asesinatos, secuestros, mutilados por las minas, etc.
Las secuelas de la guerra son imborrables, los daños ocasionados a todas las personas son de gravedad alta, pero en especial a los niños y niñas, son realmente desalentadores y generadores de poca esperanza duradera, así las noticias reportaban en el 2014 la utilización de “niños bomba”, en la cual dos perdieron la vida, y este pasado 14 de marzo de 2015, los titulares daban la triste noticia de muerte de dos niños por minas antipersona, de 9 y 10 años, en un corregimiento cerca de Tumaco.
El señor Obispo Gustavo Girón, ha insistido en la búsqueda de la paz como un resultado de una buena vivencia de la cuaresma; para esto se han realizado varias acciones, desde la construcción de procesos de memoria histórica, de acompañamiento directo a víctimas, generando así un aporte solidario a la paz. Igualmente, la diócesis está articulando una agenda de paz con las diócesis de Pasto e Ipiales, con el fin de convocar a gran cantidad de actores sociales en la búsqueda de soluciones duraderas y construcción de propuestas para reparar los daños causados por la guerra.
Vale la pena resaltar que este lugar del Pacífico colombiano, hay quienes le apuntan a mantener la paz con acciones interesantes y que reflejan la idea de humanizar la situación, así, en un parque de la ciudad, cerca de la catedral, con una temperatura que puede estar a unos 28 grados a la sombra, un grupo de personas, de manera creativa, se han inventado un sistema de biblioteca comunitaria itinerante, debajo de grandes árboles en sillas, una carreta con libros, unos tableros para pinturas, con mensajes aludidos a la lectura. Es un medio de superar los problemas que vincula a muchas personas, en especial niños, niñas y jóvenes, para que se ilustren y sobre todo que aprendan para la vida, ya que es mejor empuñar un libro en lugar de un arma o simplemente levantar la mano en señal de violencia para agredir a alguien.
El Observatorio Pacifico y Territorio (OPT), de la Coordinación Regional del Pacifico, viene acompañando estos espacios de lucha social, y desde esta articulación de instituciones eclesiásticas y organizaciones étnicas, apoyan las iniciativas que busquen la paz y el respeto por el territorio y los derechos de las comunidad.