Por un lado, se han denunciado los barrios parcialmente desplazados y controlados por grupos criminales, las casas completamente desocupadas, los jóvenes masacrados, y mujeres intimidadas. Además, las movilizaciones, denuncias, testimonios y los miles de voces de miedo y resistencia que han hecho visible esta realidad, evidencian ante el estado y la sociedad civil, escenarios de un conflicto cambiante, que exige a gritos llevar a cabo procesos y acciones de transformación social de corto y largo plazo.
Esto supone propuestas que son mucho más complejas que las etapas de militarización que la población del puerto vive hoy. La situación de la ciudad tiene por supuesto que ver con la presencia de actores armados, pero también con una profunda desigualdad económica que se vive hace ya muchos años.
Buenaventura es un territorio de contrastes. Su cercanía con Panamá y proximidad a países del Asia-Pacífico y ciudades del este de los Estados Unidos la han convertido en el puerto geoestratégicamente más importante del país. Según el Ministerio de Transporte colombiano, alcanza a manejar cerca del 46% del total de actividades portuarias colombianas. A pesar de ello según el DANE el 80,6% de su población, que es 90% afrodescendiente, está en condición de pobreza.
Un puerto en disputa
Son varios los intereses -lícitos e ilícitos- que confluyen en esta ciudad puerto, y los intereses económicos son una variable importante del conflicto. Buenaventura es el puerto comercial más importante del país, y además de una zona en la que confluyen intereses en razón de la biodiversidad, la seguridad y la explotación de recursos renovables y no renovables. Una segunda dinámica tiene relación con su importancia geoestratégica. Es un punto central que une al norte y sur del litoral, y la fase final de un corredor que conecta rutas de producción de droga desde los departamentos de Cauca y Tolima. Es un centro de conexión con múltiples lugares del mundo, lo que convierte a la ciudad en un blanco de disputa y control por varios actores armados. Particularmente esta salida al Pacífico permite realizar rutas de conexión para la comercialización de la droga hacia Centroamérica para tener como destino final los Estados Unidos.
Buenaventura es una ciudad en disputa entre intereses del Estado, organizaciones sociales, actores armados, la empresa privada y diversos agentes económicos.
Sin embargo, el crecimiento económico de la región no se ha expresado en una transformación beneficiosa para las condiciones de vida de los habitantes. Por el contrario, se podría incluso hablar de un estado de estancamiento económico en la comunidad. El desarrollo aparece entonces como un discurso que pregona la urgencia de un rápido crecimiento económico a partir de la implementación de macroproyectos que implican la ampliación del puerto y construcción de otros nuevos, el crecimiento urbano sin ordenamiento y la llegada de múltiples agentes económicos y de diversa índole a la zona. Esto obedece en cierta medida, a una lógica mercantil y comercial en la cual se está enmarcando la región, por lo cual Buenaventura es un foco importante de conexión marítima para los proyectos de expansión comercial en el océano pacífico y las economías de Asia.
Zona urbana de Buenaventura: barrios afectados, puertos y estructuras de neoparamilitarismo emergente (ENE).
Cada vez más violencia
La emergencia del Cartel de Cali en las décadas 80 y 90, y la conformación más reciente de bandas de pequeños traficantes locales, herederos del negocio del narcotráfico, hablan de cómo en Buenaventura la ilegalidad se ha gestado desde hace tiempo. A partir de 2000 empezó la etapa de mayor tráfico de drogas en la que se ha fortalecido la articulación de actores nacionales e internacionales y la expansión de la siembra de coca y la arremetida del paramilitarismo.
En 2005, con la expansión de las bandas herederas del paramilitarismo, se intensificaron los enfrentamientos entre los Urabeños, la Empresa y los Rastrojos. Estos grupos muestran nuevas formas de adaptación de la violencia y formas de control territorial a partir del control de barrios y entradas y salidas de esteros. Esto refleja un proceso de reconfiguración de las estructuras organizacionales del tráfico de drogas cada vez más relacionada a formas de “outsourcing” criminal.
Por un lado muchos jóvenes se vinculan de manera diversificada al narcotráfico: participación en redes de informantes, transporte de droga y gasolina a través del mar, prestación de servicios como navieros para el transporte marítimo. Pero por otro lado, de una manera cada vez más preocupante, encontramos la vinculación de jóvenes a través de actividades delictivas como desapariciones y asesinatos.
El narcotráfico ha gestado lógicas diversas de violencia y criminalidad. Una de ellas es la forma en que se «racionaliza» la violencia mediante la tercerización, como si se tratara de un servicio. El ejercicio de la violencia se ha «descentralizado» dando lugar a pequeños focos de control, para regular la competitividad y especialización en la prestación de un servicio susceptible de ser contratado. La tecnificación y la instrumentalización de la violencia dejan ver que su ejercicio se vuelve un fin en sí mismo al estar mediado por una transacción económica.
En cuanto a los repertorios y prácticas de violencia, el aumento significativo de los desmembramientos, decapitaciones y torturas hace parte de técnicas del terror que deshumanizan al enemigo, pues más allá del ejercicio de matar, se expresan sistemas de normas y valores internos trasgredidos, manifestados en la corporalidad mediante la tortura, que anulan la subjetividad de la víctima. Esta dinámica obedece a un cambio de repertorios que se inaugura con la llegada y arraigo del neo-paramilitarismo que con el narcotráfico involucran la disputa territorial por rutas estratégicas de tráfico de drogas. Muchas personas del puerto coinciden en que estos repertorios se realizan con el fin de infligir terror y fracturar socialmente el mundo comunitario del puerto para no solo ganar rutas, si no además concentrar poder.
Estas situaciones hacen de Buenaventura una población con indicadores de pobreza, marginalidad y violencia que se expresa entre 2003 y 2010, en cifras de aproximadamente 1.900 personas muertas, de las cuales más de 1.300 son jóvenes entre 15 y 35 años, es decir que el 67% de las víctimas pertenece a las generaciones más jóvenes. Según la defensoría del pueblo, a comienzos de 2000 las masacres dejaron un estimado 28.000 personas en situación de desplazamiento forzado. Durante el 2008 existe un reporte de 250 familias desplazadas y en 2009 homicidios y masacres, también asociadas a las dinámicas del narcotráfico. En lo corrido de este año se han presentado 87 homicidios, 8 desapariciones y 5 eventos de desplazamiento forzado a 1.086 personas.
Por ello, la situación actual de Buenaventura no se puede entender sin hacer una lectura adecuada de estos elementos históricos y del contexto social y económico atravesado por dinámicas del narcotráfico, el conflicto armado y el capital privado.
Otra forma de dar cuenta de esa racionalización de la violencia viene desde la idea de seguridad como política estratégica del Estado, que en nombre de la protección a la población despliega un proceso de militarización del espacio como una forma de control sobre el mismo. A pesar de esto, desde hace más de 10 años ha habido movilizaciones y llamados de atención de la comunidad que sacrifica su seguridad y su vida, divulgando y denunciando los constantes crímenes.
Es necesario reconocer todas las manifestaciones de resistencia que se han producido. Las marchas con más de 25.000 ciudadanos que expresan la indignación por la violencia, las manifestaciones culturales de poesía, teatros, y literatura que se han llevado a cabo, la marcha del 19 de febrero del 2014 o la del 28 de marzo de 2014 que movilizó a los jóvenes que resisten a las dinámicas del conflicto y del narcotráfico.
La violencia no son sólo los asesinatos. Violencia es también la marginalidad y pobreza en que está sumida la población del Puerto colombiano más importante del país. Violencia es la indiferencia con la que el resto del país se ha olvidado del puerto.
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*Para este artículo colaboraron: Inge Helena Valencia, Natalia Pérez, Laura Torres, Olga Llanos, Cristian Erazo y Adolfo Abadía. Seminario Narcotráfico y Securitización, Universidad Icesi. Proyecto de investigación “Entre el business y las vueltas: narcotráfico y sociabilidades en contexto urbanos y semiurbanos”.