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En Riosucio, al norte del Chocó, seis meses al año es necesario colocar puentes de madera para poder transitar. El río Atrato inunda el pueblo, las casas y las fincas. Al salir, deja toneladas de sedimento, viviendas podridas, cultivos dañados, desempleo y hambre, niños ahogados o picados de culebra y los zancudos alborotados. Pero más que esto, deja una gran desesperanza en sus pobladores, al constatar la inoperancia del Estado a quien le corresponde la búsqueda de soluciones.
Riosucio y todos los pueblos ribereños del Atrato están viviendo las consecuencias de la explotación minera con retroexcavadora y la tala indiscriminada de los bosques primarios. En el bajo Atrato, con el aval de Codechocó, se han talado más de 200 mil hectáreas de bosque, entre el cual se encuentra el catival, un ecosistema de los humedales que equilibra los tiempos de inundación y los tiempos secos.