Desde el aire, la llegada a Tumaco parece un tapiz en el que se mezclan un tupido verde con una culebra, color café lodo, serpenteando entre lo árboles, y la infinidad de un mar Pacífico, cuyas olas se estrellan contra la playa del Morro.
Apenas las ruedas del avión chocan contra la grava del pavimento, la realidad de este puerto del Pacífico golpea de frente: al lado derecho de la pista una fila de casas de lata y madera de la invasión El Morrito se asoman por entre la malla del aeropuerto La Florida de Tumaco, una de las poblaciones más pobres, más violentas, con más hambre, con más desempleo y más militarizadas del país.
Es el viernes 27 de julio. Aviones llenos de policías, periodistas, agentes de la DEA y miembros de la ONU aterrizan en la pista. Helicópteros militares sobrevuelan el lugar. Generales y almirantes del Ejército, la Policía y la Armada caminan rodeados por hombres armados de fusiles.
Dos días atrás, en Viena, Austria, y en Bogotá, la ONU presentó el informe anual de cultivos ilícitos. Y otro más se sumó a la lista de Tumaco: el monitoreo de coca reveló que es el municipio con más cultivos en el país, con 5.771 hectáreas. Un puesto que lleva ya dos años ocupando.
Al mediodía del viernes, arribó un avión con el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, y el director de la Policía, general José Roberto León Riaño, para presentar la nueva estrategia contra el narcotráfico. Minutos después, en una tarima del polideportivo San Judas, el Ministro sentenciaba que “todo lo que toca el narcotráfico ha resultado en muerte y en sufrimiento. Ha traído desolación y subdesarrollo (…) Es una maldición. Lo destruye todo”.
Y anunciaba un inversión de $56.000 millones para todo Nariño en la estrategia contra el narcotráfico. Anunció que se mantendrá la presión militar y policial con las fumigaciones y la erradicación manual, así como las dos fuerzas de tarea contra el narcotráfico que están en el municipio, pero se dará más importancia a programas dirigidos a los ciudadanos. La ONU asesora el tema estudiando una serie de proyectos productivos para sustituir los cultivos.
A su lado, Raúl Delgado, gobernador del departamento, pidió que fueran más allá. “Los indicadores hablan de hectáreas destruidas, pero los indicadores no hablan de las personas ni las de las familias que hay detrás de este problema”.
“El objetivo es destruir coca, erradicar coca, o el objetivo es recuperar para el país, para la economía legal, territorios, pero sobre todo seres humanos, que merecen que el Estado les brinde una segunda oportunidad?”, insistió.
La violencia y el hambre
En La Ciudadela, uno de los barrios de Tumaco, ubicados en la salida hacia la vía a Pasto, los niños corretean por las calles sin pavimentar. Descalzos, muchos de ellos solo con una comida en el estómago, juegan con palos, que imaginan son caballos de madera.
Graciela, una joven embarazada y madre de otros dos niños, recoge agua de una motobomba para hacer una aguapanela. “Aquí, el agua no es permanente, una semana hay agua, la otra no, hay veces que se demora hasta quince días en volver, lo único que sí llega siempre es el recibo que tenemos que pagar”, dice Perfecto, un desplazado de una vereda cerca al corregimiento de Llorente.
En la esquina, sentados en sillas rimax un grupo de doce personas espera su turno para hablar y contar su drama. Las frases se repiten: “Me desplacé por un grupo armado”. -nadie dice cuál, saben que los hombres armados que los hicieron huir de sus fincas tienen esbirros en Tumaco, ‘Los Rastrojos’ tienen influencia en la Ciudadela, las Farc, en Viento Libre…- “Me robaron el motor”. “Mataron a mi padre”. “Amenazaron a mis hijos porque no se quisieron ir con ellos”. “Dejé todo tirado, mis gallinas, mis cerdos y mi plátano”. “Me dieron una hora para irme”. “Llevo años sin conseguir trabajo, en el rebusque diario”.
Son desplazados de Llorente, Peñas Coloradas, Candelilla, Chagüí y otros corregimientos de veredas de Tumaco. También hay pobladores que debieron salir de Roberto Payán, Magüí Payán, Bocas de Satinga y Barbacoas…
Llorente, dice Perfecto, “es un centro de acopio de coca. Casas donde guardaban la droga y los cultivos de coca están por todas partes”. Recuerda cómo muchos de sus vecinos llegaban a casa con los bolsillos llenos de dinero. “Las personas se acostumbraron a la coca, uno veía que vendían siete kilos de coca y llegaban a la casa con siete millones de pesos en el bolsillo”.
“Salí en diciembre del 2011 porque los del grupo armado querían que yo trabajara con ellos. Yo había sido reservista del Ejército hace años en Putumayo y uno de mis excompañeros estaba en el grupo y me reconoció”.
Perfecto salió con su mujer y cinco hijos para Tumaco. Ahora, espera que la Oficina de Atención al Desplazado, UAO, le dé el subsidio de $915.000. Cada mes acude a la oficina, ubicada a pocas cuadras de su casa alquilada y de la que debe un mes de arriendo. Siempre le dicen que ya le va a salir. Así lleva siete meses. El exmilitar se parece a ese coronel que cada mes acudía al correo del pueblo esperando su jubilación.
El alcalde Víctor Gallo asegura que Tumaco en los últimos diez años ha sido receptor y expulsor de 40.000 desplazados. “Lo que ha generado un incremento de barrios en zonas periféricas”, explica.
Tumaco tiene un tasa de desempleo mayor del 70%. Casi seis veces más que el promedio nacional, que es el 11,5%. Perfecto vive del rebusque. Fue ‘mototaxista’ pero por miedo dejó esta profesión. “Aquí los ‘mototaxistas’ están en la mira de los violentos, sino uno recoge a una persona que es de un grupo y lo ven los del otro grupo, pues lo acusan de trabajar con ellos y lo matan”, dice.
“Ahora -agrega- estoy en el rebusque, cuando sale algo de trabajo mi familia come, sino pues no se come. A veces me pregunto, si llegará el momento en el que mi desespero haga que acepte cuando un grupo me proponga arrojar una granada por $500.000 para que mis hijos no se mueran de hambre. Después me entrego y hasta me dan el subsidio que ahora me niegan. Porque acá ayudan al bandido y le dan la espalda al que no ha querido delinquir”.
Tomado de Elpais.com.co