Este lunes en Cali se presentará este informe que retrata una realidad: 220.000 muertos. 1982 masacres. 39.058 secuestros. Y detrás de toda la investigación del libro, que tardó seis años, está el historiador Gonzalo Sánchez, quien se ha convertido en un guardián de la memoria del horror de la guerra en este país. Un famoso ‘violentólogo’, como se llamó a la generación de intelectuales que estudiaba las causas objetivas de la violencia.
¿Cómo retratar tanto horror?
Cómo retratarlo, cuando se ha visto tanto horror y se ha escuchado tanto horror. A veces se tiene susto de confrontar el horror, peor hay en este país millones de personas que cargan con él y ellos necesitan ser escuchados. La primera reacción es me puede chocar pero tengo que comprender y escuchar porque para otra gente ese horror no es simplemente algo que los golpee como un objeto externo sino que es un dolor que llevan por dentro. Y es una obligación ética para nosotros abrir la mente y los oídos para escuchar a las víctimas de ese horror porque eso sana.
La historia del trabajo nuestro ha sido escuchar pero también entender que cuando tratamos de procesarlo y explicarlo, uno siente que para las comunidades eso es sanador. Verbalizarlo es quitarse la carga de él y transferir un poco de ese horror al que te está escuchando y cuando se publica es transferirlo a la sociedad.
El lunes se presenta en Cali, ¿qué significa este informe para el Valle?
Significa muchísimas cosas. La Costa Pacífica es de las zonas más críticas del conflicto armado en el país y de una naturaleza tan compleja y entretejida, como lo ve uno en el caso de Buenaventura, que difícilmente se va a cerrar con el proceso de negociación.
Es una violencia de unas raíces más profundas. El primer problema en ese escenario, que va desde Chocó hasta Tumaco, es que el cruce de actores es tremendo.
Otro elemento es que en muchas de estas zonas tan apartadas la institucionalidad que debería contener y frenar la violencia a veces está comprometida en esos procesos de violencia.
Nosotros como Memoria tenemos una deuda con Cali porque varios años hemos tratado de movilizar un proyecto comparativo de violencias urbanas que hubiera sido muy interesante de haberlo hecho con Bogotá, Cali y Medellín.
Pero deberían salar esa deuda y analizar por qué Cali es la única ciudad en la que los homicidios han subido, mientras en Bogotá y Medellín bajaron.
Yo me imagino, no conozco bien la situación, que la presión de toda esa situación de la línea costera se refleja en Cali, en el desplazamiento, la circulación de armas. Cali es plataforma para esos actores armados que se proyectan en Buenaventura y Tumaco.
Tenemos que tratar de poner en la escena nacional dramas muy fuertes que ocurren en el Valle. Estamos haciendo un acompañamiento en el caso de Buenaventura, donde se llevó el caso a una de las comisiones del Congreso en un esfuerzo de visibilizar lo que pasa allá. Es que una cosa es decir hay un conflicto tremendo en Buenaventura, pero otra es cuando uno oye el horror y terror cotidiano que vive en Buenaventura y las dimensiones de su crisis. Allá se combinan todas las plagas del conflicto: extrema pobreza, extrema marginalidad y todos los grupos armados.
Hablando de esa reconstrucción histórica que ustedes han hecho en todo el país, ‘HH’, el jefe del Bloque Calima de las AUC, dice que al Valle los paramilitares los trajeron unos empresarios. ¿Cree que los empresarios y la sociedad deben asumir su responsabilidad en esta tragedia y pedir perdón?
Yo creo que uno de los temas fuertes que va a salir en el curso de la mesa de negociaciones es ese. La sociedad está exigiendo responsabilidades a la gente que está en La Habana, pero la gente de La Habana también está diciendo qué cómo va a ser el mecanismo de responsabilidad para todos. Ellos están diciendo que las verdades se tienen que contar completas.
Yo creo que en algún momento tiene que salir el tema de los financiadores de la guerra. Eso no ha comenzado, y creo que va a comenzar pasito y de pronto se demora porque es difícil de demostrar y de pronto no estén tan visiblemente comprometidos sino muy por debajo de cuerda a punta de cheques.
¿Y esa verdad que los paramilitares han confesado en Justicia y Paz ustedes la han incluido en el Basta Ya?
Sí, hay sectores que se han escuchado. Esa verdad se demora un poquito, pero llega. Si uno mira el tema de los financiadores del Holocausto estos se conocieron 20 años después. Ojalá aquí no sea tanto tiempo. Siempre se enfocan primero en los que oprimen el gatillo pero pocas veces se mira quién estuvo detrás de ese gatillo.
¿Cómo ve el proceso en La Habana?
Yo no puedo hablar mucho de eso porque hay una orden presidencial de centralidad en ese tema. Pero como un ciudadano puedo decir que hay unos hechos objetivos. El primero es que hay una guerrilla que no está derrotada pero sí frenada en su posibilidad de desarrollo. Dos, hay una mesa de negociaciones que por primera vez define una agenda muy concreta, por más que se esté demorando y nos desesperemos como sociedad con los ritmos, eso está andando y hay por primera vez unos acuerdos y no son temas de poca monta, son de temas absolutamente cruciales. Como el tema agrario, que es una deuda histórica en este país.
En una reciente entrevista, el sociólogo francés Daniel Pécaut, del que usted es muy cercano, decía que parecía que la sociedad colombiana no estaba apoyando las negociaciones
Es que la sociedad las está sintiendo lejanas. Entonces se da una tensión, que es explicable. Por un lado, una de las virtudes de este proceso es llevarlo con la discreción que se ha tenido, en montonera era muy difícil sentarse a negociar, a definir una agenda y a hacer acuerdos como los que se están haciendo.
Pero por el otro lado hay una legítima expectativa y demanda de la sociedad no solo de que se le informe sino de participar. Y eso se tiene que ir manejándolo en el día a día y abrir poco a poco ese espacio de comunicación con la sociedad.
Pécaut también decía que la vara con la que la sociedad ha medido a los paramilitares no es la misma para las Farc, que han generado un odio masivo.
Creo que son varias cosas. Los paramilitares lograron crear y hubo quienes los apoyaron desde distintas posiciones, un discurso de un imaginario de una fuerza defensiva y no como proyecto criminal. La sociedad compró esa idea que vendieron con un discurso muy bien armado que eran unos hombres que se estaban defendiendo ellos y a la sociedad de otros hombres que eran muy asesinos. Otro elemento es que la guerrilla generalizó un tipo de prácticas que tuvieron mucho impacto en la cotidianidad de la gente y generaron mucho más odio. Utilizaron el secuestro, las tomas de pueblos…
Yo creo que el punto mayúsculo es que con los paramilitares una negociación era fácil, ellos qué iban a negociar, pues que se les arreglara el lío judicial. Con la insurgencia se negocian otras cosas de fondo de la sociedad. Estamos mirando tema agrario, participación política, la droga. Son temas mayúsculos de sociedad en los que se tocan muchos más intereses.
Un líder de víctimas de la Comuna 13 de Medellín decía, durante la presentación del Basta Ya en esa ciudad, que en La Habana se estaba negociando un cese pero no la paz porque la paz debíamos construirla cada uno de nosotros. ¿Estamos preparados para esa construcción?
Creo que esa paz hay que meterla en hombro y ese es otro de los mensajes que tiene que hacerse claro en la sociedad. No crean que a la firma del acuerdo al otro día todos los problemas del país van a desaparecer. Ni siquiera los relacionados con el conflicto armado se resuelven de un día para otro, lo que quedan es tareas y compromisos de sociedad.
Piense todo el tiempo que le va a tomar a esta sociedad que se ha antagonizado, con todos los argumentos y razones contra la guerrilla, imaginarla al otro día poniendo candidatos. Pero creo que la guerrilla misma tiene gran responsabilidad en ese cierre de la sociedad. Si las Farc quieren que la sociedad le abra espacios tienen que hacer manifestaciones muy contundentes de la voluntad de terminar el conflicto y de actuar en la escena pública sin armas y de garantías que no se van a rearmar. El balón está en manos de la insurgencia. Y gradualmente han ido mandando mensajes de reconocimiento, empezaron diciendo no somos victimarios y han ido reconociendo responsabilidades, aunque muy lento.
¿Cómo ve el escenario del posconflicto, se teme una agudización de la inseguridad y violencia en las ciudades?
A mí me atormenta mucho,el espejo de Centroamérica en la terminación del conflicto, porque veo que la conciliación puede ser muy larga en Colombia. Claro que creo que tenemos ventajas. La complicación, la proliferación de este tipo de bandas en Centroamérica se ha dado en el momento definitivo del pos conflicto, aquí tenemos ese proceso de creación de bandas en el curso del conflicto mismo. Uno puede imaginarse situaciones que pueden parecer absurdas en este momento, pero en unos años quizás no. Por ejemplo que la misma insurgencia contribuyera por lo que conoce del terreno en volverse una colaboradora del propio Estado en el combate de esas formas de criminalidad nueva. Pasar a ser contradictores del Estado a ser aliados del Estado en consolidar la paz.
¿Y el narcotráfico cómo entra en este futuro de pos conflicto?
Francamente no me atrevo a decirlo porque es un fenómeno extremadamente complejo, pero lo que sí me parece importante es que se haya aceptado de frente poner el tema en la mesa porque el tema del narcotráfico se había vuelto un tabú. Hay un salto al reconocerlo como un tema nacional que está asociado al conflicto y que si queremos resolverlo hay que buscarle salidas.
¿Se pensaría hacer también Memoria Histórica con lo que está pasando con el accionar de las bandas criminales, catalogadas actualmente como las mayores violadoras de DD.HH.?
Claro, en este momento son los protagonistas más grandes del conflicto y uno de los problemas serios con la sociedad que tenemos es que se conoce muy poco de las dinámicas de esas formas nuevas de criminalidad. Yo creo que la primera gran tarea va a hacer un esfuerzo de esclarecimiento de qué es lo qué pasa.