Desde $5 mil diarios hasta $100 mil semanales oscilan las extorsiones a vendedores de minutos, vendedoras de pescado o de jugos en La Playita, a motorratones y dueños de puestos de ventas en las galerías.
«En Buenaventura hay carteles para todo, hay quienes cobran impuestos, la vacuna, para todo, los motoratones, la que vende los pollos, la papa, todo mundo tiene que pagarle a estos picaros que viven a costillas de la intimidación», dijo el Obispo, indicando su tristeza por que «esto sea así, me duele en el alma».
Estos nuevos pronunciamientos se dan por parte del obispo de Buenaventura luego de un receso en sus denuncias, después que en junio pasado denunciará las casas de «pique» o sitios donde lleva a las personas a descuartizarlas
«Aquí no podemos estar callados y complacientes ante estas situaciones, tenemos que reaccionar y clamar verdaderamente justicia, tenemos que ser realistas y no podemos hacer como el avestruz de enterrar la cabeza», dijo Monseñor Epalza.
Pidió a las «fuerzas oscuras de Buenaventura» que quieren acallar a las personas, que quieren intimidarlas, que siguen con las vacunas, el chantaje, que todo esto se acabe».
«Y a las autoridades que siempre dicen lo mismo, y a la justicia, que sean más operantes, sabemos que la Policía hace su trabajo, pero no acaban con estos carteles que hacen que la gente humilde tenga miedo, sufren en silencio este chantaje de tener que alimentar a zanganos», dijo el Obispo agregando que le duele que se diga que son hechos aislados.
El jerarca de la iglesia local ha venido utilizando varios escenarios para reivindicar sus denuncias contra la situación de Buenaventura, primero fue en la reciente audiencia de la Contraloría General de la Nación, donde denunció a estamentos policiales que lo habían abordado para preguntarle sobre lo que sabía de las casas de «Pique», indicando que esa labor deberían realizarla ellos, que son la autoridad.
Luego en las protestas de las indígenas por dos días en Buenaventura y en los servicios exequiales por el asesinato de la docente Estela Cortez Vásquez.
«La Policía sabe, la Armada Nacional sabe, que en Buenaventura se pagan vacunas, a todo mundo le cobran, cuándo vamos a terminar esto», dijo el Prelado de la Iglesia local.
La gente tiene que denunciar
El comandante de la Policía en el puerto, coronel Oscar Gómez, hizo claridad que en ningún momento se ha señalado que «son hechos aislados».
«Lo que pasa es que nosotros tenemos que ser responsables con la información que transmitimos hasta tanto no tengamos seguridad de las cosas, en esto de las extorsiones, estamos avanzando mucho, pero es bueno recomendarle a las víctimas que denuncien», dijo el oficial policial.
Destacó que dos de los hechos de muertes violentas, que tienen relación con el no pago de extorsión y que han llamado la atención en Buenaventura, el asesinado de dos distribuidores de queso en la plaza de mercado de Bellavista y el vendedor de gallinas, en Pueblo Nuevo, se tiene claridad de algún tipo de amenazas que tenían.
No descartó que además de la exigencia de las llamadas vacunas puedan existir intereses de personas de querer montar monopolios de distribución de alimentos y mercancías.
«Tenemos un trabajo muy avanzado pero necesitamos contar con la colaboración de la gente», dijo el coronel Gómez.
Las vacunas
Desde $5 mil diarios hasta $100 mil semanales oscilan las extorsiones a vendedores de minutos, vendedoras de pescado o de jugos en La Playita, a motorratones y dueños de puestos de ventas en las galerías.
Se estima que por lo menos 50 tenderos han abandonado la ciudad, otros aseguran que pueden ser más.
«A mi me quebraron estos sujetos, no solo pedían plata sino aguardiente y comida, siempre amenazando de muerte», dijo un tendero en el barrio Independencia, que prefirió dejar ese oficio y ponerse a trabajar en un colectivo de servicio público.
Algunos militantes de las bandas La Empresa y Los Urabeños, desvertebradas por la Policía, han quedado en el control de estas actividades delincuenciales, especialmente en los 35 barrios que componen la comuna 12, la más extensa de Buenaventura.
Igualmente el accionar de estos delincuentes no dejado a un lado la extorsión a los comerciantes de las plazas de mercado, los distribuidores de alimentos que llegan a esa centrales de abastos, viéndose obligados a pagar por temor a ser asesinados.