Los habitantes de esta población norteña, habitada en su mayoría por gente de raza negra y dedicada a la caña de azúcar, no salen del asombro y no entienden por qué las Farc se ensañaron contra esta tierra de tranquilidad y en la que nunca se han registrado hostigamientos de la guerrilla, como lo manifestó el alcalde James Guillermo Mina.
Tras el lanzamiento de tres cilindros lanzados desde una camioneta Mazda color azul oscuro hacia la estación de Policía, hacia las 12:30 del mediodía el pueblo quedó toda la tarde a oscuras y el comercio cerró sus puertas. Los pobladores se volcaron a las calles mientras observaban como las unidades de la Policía y del Ejército reconstruían el hecho.
Investigadores de la Sijín le explicaban al coronel Ricardo Alarcón, comandante de la Policía Cauca, que en la camioneta Mazda color azul, de placas de Ibagué, los terroristas lanzaron tres cilindros que salieron en distintas direcciones: hacia la estación, la calle y una vivienda. Un cilindro más quedó sin explotar en el techo de un inmueble.
En medio de la zona acordonada, Ovidio Obregón, un villaricense de 71 años, lloraba mientras veía que la casa de dos pisos de sus ancestros quedó convertida en destrozos. Uno de los cilindros se llevó completamente el segundo y tumbó las paredes del primero.
«Esta casa fue de mi abuela y luego de mi mamá y ahora mía, nosotros somos gente muy pobres, nos quedamos sin donde vivir. Esto es un atentado que no tiene ninguna justificación. Ya no más, le pedimos a los malos», decía entre sollozos.
Su yerna Adriana Viáfara expresaba: «En un momento a uno se le destruye totalmente la vida. No sabemos qué vamos a hacer, a dónde nos vamos a ir».
Esta mujer relató que en el momento de la detonación ella «estaba en la cocina haciendo el almuerzo cuando escuché dos explosiones fuertes, no se veía nada, yo bajé a buscar a mi suegre Merci de Obregón y a su nieta Wendi Valencia, de 13 años. Ellas estaban en la parte de atrás de la casa y les había caído una pared encima. Mi marido no estaba en la casa y mi hija se encontraba en el colegio, por eso no les pasó nada».
Aseguró que el conductor de la camioneta salió corriendo y le gritaba a la gente que huyera del lugar, minutos después se oyeron dos explosiones.
A más de dos metros de distancia, la familia de Jhon Edward Moreno también quedó sin hogar. «La casa quedó totalmente destruida, se dañaron los ventanales, los techos y los electrodomésticos. El segundo piso se vino al suelo. Mi abuela, una tía, mi hermana y dos primos resultaron heridos por esquirlas».
Este hombre relató que almorzaba cerca de la estación cuando escuchó las explosiones salió corriendo hacia la casa y se encontró con su primo Héctor Fabio Balanta, con el cuerpo quemado que intentaba auxiliar a la abuela que sangraba en un pie, los brazos, la cara y el abdomen.
«Nos parece que falta más seguridad, como es que dejan ese carro cerca de la estación. Nos tocó que distribuirnos en casas de familiares porque aquí no podemos dormir. Yo me quedé para cuidar algunos electrodomésticos que se salvaron», manifestó Moreno.
Hacia las 4:10 p.m. de este jueves unidades del CTI de la Fiscalía realizaron el levantamiento del cadáver del intendente Guido Cifuentes, quien quedó destrozado y bajó un pared destruida de la estación. En ese mismo lado de la cuadra quedó el cuerpo de un menor de edad que no ha sido identificado.
Cifuentes, de 40 años, padre de 3 hijas, estaba en la institución desde 1994 donde se desempeñó como investigador de la Sijín en Popayán y asestó golpes contra el narcotráfico y la piratería.
A esa misma hora Edwin Moreno describía que una puerta de hierro cayó sobre Agustín Lasso Lerma, de 58 años, una de las víctimas fatales.
«Él estaba almorzando cuando el impacto tumbó la puerta sobre él quedando ahí sin vida. En la casa estaba Ricardo Mina Bolaños, quien recibió una esquirla en una pierna», precisó este hombre que se dedica a oficios varios.
Entre latas averiadas, Zenen Vivas, un comerciante, evaluaba los daños dejados por uno de los cilindros en su local de ropa. «Las perdidas son unos quince millones de pesos, perdí la mercancía, los exhibidores, los máquinas y las vitrinas. Hace cinco años tengo este negocio y era mi fuente de sustento y yo tenía una deuda porque estaba pagando el local. Nosotros esperamos que el Gobierno Nacional nos dé una ayuda porque quedamos sin nada, sin que trabajar».
Tomado de El País de Cali