He tenido la oportunidad de estrechar, aquí en la tierra, las manos de Dios. Y también sé que Él existe porque conozco su obra en la tenacidad de tres sacerdotes a quienes considero mis maestros y amigos: Leonidas Moreno, Antún Ramos y Uli Kollwitz. A lo largo de dos décadas de periodismo los he tropezado por los caminos de Urabá y Chocó. Siempre con la gente, siempre firmes, siempre entregados a su obra por los colombianos de la periferia, que no son pobres ni débiles.
A Leonidas, un blanco paisa, nacido en el suroeste de Antioquia, aunque sin barba, quiero asemejarlo a Melchor. Y a la mirra. Aun en medio del calor de Apartadó y de Turbó, Leonidas siempre despide una fragancia fresca, como sus palabras y su risa.
Si Colombia supiera cuánto luchó en silencio para evitar matanzas y atropellos de los paramilitares. Si rompiese su hermetismo y nos dejase asomar alguna vez al valor que tuvo para pedirles a los `paras` que no se burlaran del país durante las reuniones de Ralito. Si supiéramos apreciar su aporte para el regreso de los campesinos desplazados del Atrato y para su protección en comunidades de paz como la de San Francisco de Asís…
Puedo decir que en el brillo de los ojos miel de Antún está el oro de Baltasar. Es la altivez de este sacerdote negro que ayudó a las víctimas de Bojayá a salir del templo desbaratado por un cilindro bomba de las Farc. Antún, que cubrió a los muertos con mantas, sacó a los heridos de su brazo y recogió, sin flaquear, los restos de aquella carnicería. Antún, que hoy da misa en Quibdó y se pasea en su moto por los barrios con un gesto amigo y consejero de la feligresía…
Uli se la pasa remontando los ríos y riachuelos que desembocan en el Atrato. Creo que pocos sacerdotes conocen tan detalladamente la geografía y la gente de los montes aledaños a la Serranía de los Saltos y la del Darién. Por supuesto, Uli es de aquí, de nosotros, pero es alemán. Un alemán gigante y rubio que yo quiero asemejar a Gaspar liberando los aromas del incienso. Uli es así, emparentado con la naturaleza colombiana, también con su gente afro y con su gente india, con toda aquella sabiduría que brota de ese contacto milenario con el río y el bosque.
Quería recordar a estos tres Reyes Magos andariegos que aprecio tanto al repasar mis 20 años de periodista porque ellos acentuaron mi sensibilidad, mi capacidad de estar al nivel de la gente de todos lados. Sin desdibujar su Fe Católica, son ecuménicos, aplican una doctrina de Dios (de bondad y amor) capaz de hibridarse y de aprender de otras espiritualidades. Y eso sí que es importante para que un periodista no sea un tarado. Para que un periodista adopte la capacidad de escuchar y de ver, sin querer que las cosas sean como él cree.
A Leo, a Antún y a Uli, les agradezco sus enseñanzas y su humanismo radical. Ellos, hombres tan puros, son un ejemplo palpable de que Dios existe… y me guía.
Tomado de El colombiano