En estos tiempos de regocijo patriotero por nuestra mal leída historia me ha venido a la memoria el “Epistolario de Varones Ilustres de las Indias”. Dentro de la tradición academicista de Colombia es bastante conocida esta obra del Payanés Caracciolo Acosta de Castellanos recopilada a finales del siglo XVII. En ella se encuentra el tan mentado “Manifiesto de Don Luis Alfonso de las Casas y Velásquez” que, como todo el mundo sabe, en realidad no es un manifiesto sino un fragmento de una carta dirigida a su hermano Don Rodrigo, escrita luego de la famosa rebelión en su hacienda “Hatoviejo”. Este mal llamado manifiesto fue ampliamente citado por los académicos de la época como un ejemplo de la justa indignación de los terratenientes contra los cimarrones, esclavos que escapaban a su benigna tutela. Este y otros textos políticos y religiosos fueron usados para establecer una especie de pseudodoctrina de justificación de la esclavitud, bajo el eufemismo del “Tutelaje”. Figura que establecía la obligación moral del hombre blanco para civilizar a los salvajes e impíos hermanos menores negros e indios.
- La comida de sus despensas era sembrada, abonada, cuidada, cosechada, almacenada, cocinada y servida por nosotros.
- El agua de su pozo era extraída y transportada por nosotros.
- El pozo fue cavado por nosotros
- Sus edificaciones fueron edificadas por nosotros con madera que cortamos, y barro que cavamos.
- Nadie lo ha mordido, aun que vuestra excelencia si nos ha latigado, golpeado, asesinado, encerrado, violado, quemado, amarrado, azotado, perseguido y sus perros si nos han mordido.
- Ya que nosotros lo alimentábamos y que sus perros nos mordían, podríamos decir que ha sido vuestra excelencia quien ha mordido la mano que lo alimentaba.
- Al no realizar ningún trabajo y alimentarse del trabajo ajeno, en realidad ha sido vuestra excelencia el parásito.
- Las tierras no son suyas, vuestra excelencia y los padres de vuestra excelencia, así como todos vuestros excelentísimos amigos, socios, familiares y compinches en general, se la robaron a otros. La tierra nunca la han merecido.
- Si, lo abandonamos.
- Quisiéramos que considere que ha sido vuestra excelencia quien se ha aprovechado de nosotros. Hemos hecho todo el trabajo que le ha convertido en un hombre adinerado y no hemos recibido beneficio por ello.
- Muchos son los que nos han tratado como vuestra excelencia lo ha hecho: cazadores, que nos sacaron a nosotros y a nuestros padres de sus tierras, tratantes que nos arrojaron vilmente en sus bodegas y nos vendieron como mercancía y miles y miles de excelencias como vuestra excelencia que nos compraron y esclavizaron.
- Para no ser repetitivos no hablemos de eso de “su techo”, pero debería agradecernos por hacer todos los deberes domésticos de su casa, sin contar con algunos deberes conyugales que cumplimos por vuestra excelencia y sin los cuales su hogar se habría acabado rápidamente. En eso si la pasamos bien, gracias por su confianza.
- Éramos animales y lo seguimos siendo, los animalitos son menos crueles, ladrones e injustos que vuestra excelencia.
- No entendemos muy bien que es el alma, pero debe ser algo muy malo si vuestra excelencia la tiene.
- Hemos perdido parte de nuestra ciencia por culpa de vuestra excelencia que no tiene ninguna. No conoce los ritmos de la vida y de la muerte, ni entiende el corazón de sus hermanos.
- Nuestros dioses aun no nos han abandonado y ellos no requieren la sangre y el dolor de miles para alimentarse.
- Nuestra ley es justa.
- No recordamos que su excelencia nos haya dado nada y recordamos haberle dado mucho a vuestra excelencia
- Nuestro nombre fue robado para marcarnos como ganado con sus nombres y el de sus haciendas.
- En vuestras ilustres manos casi perdimos la razón para vivir, pero no nos la dejamos robar y ahora, más que nunca, vive en nosotros.
- Somos todo lo que somos no gracias a usted sino a pesar suyo, es normal que quiera tomar crédito en las cosas buenas que hacen los demás así que eso lo tomaremos como un elogio.
- Por el contrario no querríamos que se considere que vuestra excelencia es lo que es por razón nuestra: nosotros no tenemos la culpa de que sea así.
- Consideramos de buena fe que la maldad no es innata, tal vez ni siquiera en vuestra excelencia, aun que su obrar y el obrar de otros como usted nos deja serias dudas.
- Tenemos la fortuna de habernos perdido para vuestra excelencia y habernos encontrado para nosotros.
- Esperamos de corazón que se sepa guiar y administrar sabiamente a sí mismo.
- No somos caníbales, no nos alimentamos de nuestros semejantes, quien hace eso es vuestra excelencia.
- Somos hombres, siempre lo hemos sido, y lejos de vuestra excelencia podremos serlo aun más.
- Vuestra excelencia no conoce nuestro destino, nosotros tampoco, pero si sabemos que ahora de verdad es nuestro.
- Su ira no tiene nada que ver con la justicia, pero si quiere alcanzarnos con ella estaremos preparados esperándola.
- Por último: vuestra excelencia es un hijo de puta.